El asesinato en Nueva York del director ejecutivo de una importante empresa de seguros estadounidense ha desatado una inmensa ira en la opinión pública estadounidense. Esta ira no ha terminado. Podría presagiar las reacciones sociales que provocarán varias de las políticas de Donald Trump.
Trump es un libertario. En otras palabras, el principio de “el bolsillo más fuerte” le conviene perfectamente. Para él, incluso hacer trampa es aceptable, si le permite obtener beneficios.
Esto es exactamente lo que creen muchos líderes empresariales del sector médico.
Por ejemplo, hay empresas que se especializan en encontrar el precio máximo que el público está dispuesto a pagar por un medicamento. Este precio no tiene nada que ver con la interacción de la oferta y la demanda ni con márgenes de beneficio razonables.
Por ejemplo, muchas empresas utilizan los tribunales como palanca para aumentar sus beneficios. Calculan los costos de posibles procedimientos legales y los comparan con los costos que resultarían de optimizar los productos que venden.
Este tipo de mala conducta también existe en otras industrias.
matar a un asesino
Pero el campo médico es único en el sentido de que malos medicamentos, malos tratamientos o malos seguros pueden provocar la muerte.
En la mente de muchos estadounidenses, el empresario asesinado en Nueva York era él mismo un asesino, debido a las prácticas desleales de la compañía de seguros que dirigía.
Otros ejecutivos de compañías de seguros de salud sintieron de repente que una amenaza pesaba sobre ellos.
Las prácticas de estas empresas constituyen un buen ejemplo de capitalismo salvaje. Un ejemplo concreto de capitalismo cercano a las ideas libertarias.
Este tipo de capitalismo pretende enriquecer a unos a costa de otros.
Por el contrario, en otros países industrializados, todos los cuales tienen sistemas de salud públicos, los costos de salud como proporción del PIB son la mitad que en Estados Unidos. Y sus poblaciones son más saludables y viven más tiempo.
No más ira
La ira de los ciudadanos estadounidenses ante los innumerables, costosos y trágicos abusos de su sistema de atención médica es legítima.
Esta ira podría extenderse a otras áreas. La educación primero. El plan de Trump para desregular aún más este sector tendrá consecuencias despiadadas en su acceso por parte de la población.
Asimismo, su deseo de eliminar el Departamento de Medio Ambiente resultará en el saqueo de los recursos naturales estadounidenses sin compensación.
Siempre para enriquecer a un puñado de personas y sin pensar en los daños colaterales que sufrirán decenas de millones de estadounidenses.
Trump y sus amigos desalmados se engañan a sí mismos si creen que los estadounidenses aceptarán fácilmente medidas políticas que aumenten la inequidad en Estados Unidos.
Es cierto que Trump hizo creer a los estadounidenses que votaron por él que aumentaría la riqueza de todos. Lo que él defiende corre el riesgo, por el contrario, de reducirlo y aumentar la ira popular.