Ya sea en nuestra mano, en nuestro bolsillo o cerca de nuestra oreja, el teléfono es una herramienta que siempre está cerca de nosotros. Por sus olas, muchos temen el riesgo de cáncer…
Los teléfonos son dispositivos cotidianos esenciales desde hace varias décadas. Constantemente en nuestras manos, el teléfono inteligente se vuelve incluso difícil dejarlo aunque sea por unos minutos, tal es la feroz adicción. Sin embargo, algunos de nosotros intentamos alejarnos de él lo más a menudo posible, por miedo a quedar expuestos a las ondas de radio que emite el dispositivo.
La razón más aducida es la amenaza de cáncer causada por estas ondas. El teléfono móvil, como todas las demás tecnologías inalámbricas, emite radiación electromagnética. Y desde hace 20 o incluso 30 años, estos problemas preocupan a una gran parte de la población, que teme sus posibles daños. ¿Quién recuerda esas aterradoras estadísticas sobre los cánceres cerebrales diagnosticados en Australia a finales de los años 1990 y principios de los años 2000, tras la aparición de los teléfonos móviles en el país?
Sin embargo, el riesgo de desarrollar cáncer debido al uso del teléfono nunca ha sido realmente confirmado por la ciencia. Y esta vez lo tenemos claro: hace muy poco se publicó en los sitios del Washington Post y en otros sitios especializados como Science Direct un estudio sobre el tema, encargado por la OMS, con un resultado muy tranquilizador.
Este estudio, que reúne a once expertos de diez países diferentes, analizó nada menos que 63 estudios diferentes, publicados entre 1994 y 2022. Suficientes para dar una respuesta clara y precisa.
Resultado: la exposición a la radiación electromagnética mediante el uso del teléfono probablemente no aumenta el riesgo de cáncer cerebral. Las ondas de las antenas de radiodifusión probablemente tampoco aumenten el riesgo de cáncer infantil. El estudio se atreve incluso a afirmar que la exposición profesional a las ondas (por tanto, entre quienes trabajan cerca de las antenas) “puede no aumentar el riesgo de cáncer cerebral”.
Ya sea un teléfono inteligente, una computadora o cualquier otra tecnología inalámbrica, las ondas emitidas no tienen ningún impacto observado en la salud del usuario. “No hubo ningún aumento en la incidencia relacionada con los tumores cerebrales”, explica uno de los principales autores del estudio, que trabaja para la autoridad australiana encargada de la protección contra la radiación y la energía nuclear.
La propia OMS clasificó el teléfono inteligente como “posible carcinógeno” en 2011, lo que contribuyó a la ansiedad generalizada. Pero este estudio ha reorganizado considerablemente las cartas. Si las nuevas tecnologías, que avanzan a un ritmo vertiginoso, o la aparición del 5G, por ejemplo, plantean nuevas preguntas, actualmente parece poco probable que estas redes cada vez más potentes cambien esta observación. Por lo tanto, no es peligroso navegar o llamar por teléfono. Una buena noticia que aliviará a más de uno.