Anders Behring Breivik presenta el mismo riesgo de reincidencia que cuando fue condenado en 2012, estimó la justicia noruega, según el periódico Aftenposten. Rechazó el miércoles una nueva solicitud de libertad condicional presentada por el ultraderechista que mató a 77 personas durante una doble masacre en Noruega en julio de 2011.
“No sorprende que no se le haya concedido la libertad condicional”, dijo a la AFP el abogado Øystein Storrvik. “El tribunal observó avances positivos en (el señor Breivik) a lo largo de los años transcurridos”, dijo. Durante la audiencia celebrada en noviembre en el gimnasio de la prisión de Ringerike, su cliente reiteró en particular que ahora rechaza la violencia.
El 22 de julio de 2011, Anders Behring Breivik detonó por primera vez una bomba cerca de la sede del gobierno en Oslo, matando a ocho personas, y luego mató a otras 69 personas, la mayoría adolescentes, al abrir fuego contra un campamento de verano de la Juventud Laborista en la isla de Utøya. . El ultraderechista, que hoy tiene 45 años, culpó a sus víctimas de allanar el camino hacia el multiculturalismo, que él aborrece.
En 2012, fue condenado a 21 años de prisión, la pena máxima en ese momento, que podría prorrogarse mientras siga siendo considerado una amenaza para la sociedad. Esta sentencia tenía un mínimo de diez años. Ya le habían rechazado el 1 de febrero de 2022 una primera solicitud de libertad condicional anticipada.
El sistema judicial noruego le autoriza a presentar tal solicitud un año después del rechazo definitivo -tras agotar los recursos- de la anterior, una vez cumplido el plazo mínimo de la pena impuesta.
Según Øystein Storrvik, el asesino recurrirá inicialmente la denegación de su solicitud de libertad condicional, pero el tribunal de apelación no está obligado a examinarla. Como en sus anteriores apariciones públicas, Anders Behring Breivik utilizó el público para intentar transmitir mensajes políticos.
Vestido con un traje de corbata negra, se presentó con la cabeza rapada formando una “Z”, el símbolo utilizado por Rusia desde el inicio de la invasión de Ucrania en febrero de 2022, y provisto de un cartel con diferentes mensajes.
Si bien se había descartado un estado psicótico, los psiquiatras, en un nuevo examen, habían detectado importantes trastornos de la personalidad, que representaban a un individuo atípico en el que no necesariamente se podía confiar.