Donald Trump y Vladimir Putin más inseparables que nunca

Donald Trump y Vladimir Putin más inseparables que nunca
Donald Trump y Vladimir Putin más inseparables que nunca
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Como sugiere su título, el libro está dedicado en gran medida a la guerra –y más precisamente a las guerras que acechan a Washington en 2024: Ucrania, por supuesto, pero también Oriente Medio. La primera es una oportunidad para que Woodward vuelva a destacar la relación única de Donald Trump con Vladimir Putin. Expone su proximidad al informar que el primero envió en secreto al segundo, aterrorizado ante la idea de contaminarse, un equipo de detección de Covid-19. Y que Trump habría mantenido al menos siete conversaciones telefónicas con Putin tras dejar el cargo en enero de 2021.

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Hacer hablar a los testigos

El autor obtiene su información de cientos de horas de entrevistas con decenas de testigos que a menudo permanecen anónimos, como el que está en el origen de las revelaciones sobre los intercambios telefónicos con el Kremlin: sabemos que fue asistente de Donald Trump en Mar-a-Lago, su residencia en Florida. Algunos se han burlado de la propensión del periodista a producir historias sensacionalistas que se venden bien. Otros no dejan de señalar que las primicias de Woodward a menudo fueron confirmadas posteriormente, y la notoriedad del hombre le garantiza el acceso a fuentes que no todos tienen.

Esta vez Bob Woodward no pudo interrogar a Donald Trump. Lo había hecho para un trabajo anterior, “Rage”, publicado en 2021, pero desde entonces el expresidente lo ha demandado alegando que le habría prohibido en vano publicar las grabaciones de las entrevistas, algo que el periodista niega. Como era de esperar, el ex presidente y su equipo de campaña hicieron caso omiso de las nuevas revelaciones, denunciando la “imaginación fértil” del autor, abrumada por los insultos, pero sin negar precisamente las acusaciones formuladas.

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Socio privilegiado o idiota útil

Sabemos que Donald Trump siempre se ha jactado de la relación privilegiada que cree tener con Vladimir Putin: sus detractores piensan que se ha convertido, sobre todo, para el presidente ruso en un “idiota útil”. Ahora afirma que, con estas conexiones personales, podría poner fin a la guerra en Ucrania en veinticuatro horas, e incluso antes de su posible juramento. Al mismo tiempo, el ex presidente estadounidense continuó denigrando a la OTAN, llegando incluso a decir que felizmente abandonaría a su suerte –y a la arrogancia de Moscú– a los “malos pagadores” dentro de la Alianza.

Si es normal que los expresidentes sigan asociándose con líderes extranjeros, especialmente cuando son, como Donald Trump, candidatos a la reelección, lo apropiado es que estas interacciones se hagan públicas, o incluso que sean autorizadas previamente por el Gobierno Blanco. Cámara de Representantes o el Departamento de Estado, cuando se parecen a la diplomacia privada. Los contactos, especialmente los clandestinos, con representantes de potencias consideradas enemigas, son de naturaleza completamente diferente. Algunos ven esto como una posible violación de la “Ley Logan”, una ley adoptada en 1799 para prohibir cualquier diplomacia paralela que pudiera complicar o comprometer la acción gubernamental.

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La destreza de los espías estadounidenses

En el contexto ruso-ucraniano, las medidas de Donald Trump son tanto más embarazosas cuanto que adoptó el punto de vista opuesto al de la Administración Biden al oponerse a la continuación de la ayuda estadounidense. Uno de los pasajes más interesantes del libro de Woodward se refiere precisamente a la génesis del conflicto: el autor destaca el éxito fenomenal de los servicios de inteligencia estadounidenses, que tenían la certeza de que el Kremlin iba a lanzar un ataque a gran escala. A Joe Biden le costó creerlo, y a Volodymyr Zelensky aún más.

Bob Woodward dice que Joe Biden consideró, en privado, que si habíamos llegado a este punto era porque Barack Obama había dejado que sucediera después de la anexión de Crimea en 2014. Asegura que el presidente temía el llamamiento de los rusos con armas nucleares (el la probabilidad se estimó en 50-50), y que se enojó más de una vez contra este “putin de mierda”. Pero nos sorprende más saber que Joe Biden también utilizó la expresión contra su viejo amigo Benjamín Netanyahu, a quien también describió, después de la ofensiva en Gaza, como un “hijo de puta” y un “maldito mentiroso”…

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