Narrativo
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Por primera vez desde el 7 de octubre, la lucha por la liberación de los rehenes y la salida del gobierno se fusionaron el sábado en Tel Aviv. La extrema derecha cruzó una línea roja al desacralizar a los cautivos de Hamás.
La marea humana que exige un acuerdo para liberar a los 101 rehenes (de los cuales al menos 35 ya están muertos) que siguen retenidos en Gaza ha sido la más grande jamás vista por Karin y Yair, que acudieron el sábado a manifestarse en Tel Aviv, como cada semana. “Ni siquiera pudimos llegar al escenario” “Estamos todos ahí”, dice una mujer, medio sonriente y medio llorando, entre medio millón de personas que se agolpan a pocos metros del cuartel general del ejército israelí en la metrópoli costera. Si la cifra, adelantada por los organizadores, es cierta, se trataría de la mayor movilización de la historia del país.
Por primera vez desde el 7 de octubre, la manifestación contra el gobierno y la más solemne en solidaridad con los rehenes se fusionaron. Hasta 250.000 personas más se congregaron en otras ciudades del país. Fue el punto culminante de una semana de acciones diarias, tras la conmoción de la semana pasada, cuando se encontraron seis rehenes ejecutados en un túnel de Gaza. En todas las pancartas, en todas las mentes, el mismo mensaje: traición. Al negarse a hacer lo necesario para llegar a un acuerdo con Hamas, al aceptar implícitamente la idea de que las vidas de los rehenes eran menos importantes que una victoria militar (o su salvación política).
