En 2009, Bastardos sin gloria arrasó en el mundo del cine. La película bélica de Quentin Tarantino, que se convirtió en un clásico, contó con un reparto de cinco estrellas, entre ellos Brad Pitt, Christoph Waltz, Michael Fassbender, Eli Roth, Diane Kruger, Daniel Brühl, Til Schweiger y Mélanie Laurent.
Ambientada en la Francia ocupada en 1940, Bastardos sin gloria contaba una historia alternativa de dos complots convergentes para asesinar a los líderes de la Alemania nazi en un cine parisino: uno de ellos, una operación británica llevada a cabo en gran medida por un equipo de soldados judíos estadounidenses liderados por el primer teniente Aldo Raine (Pitt), y el otro, por la dueña de un cine judío francés, Shosanna Dreyfus (Laurent), que buscaba venganza por el asesinato de su familia. Ambos se enfrentaron entonces a Hans Landa (Waltz), un coronel de las SS con una temible reputación de cazar judíos.
Así pues, la imaginería nazi forma parte, obviamente, de la película. Y si bien esto es algo aceptado cuando se trata de una “obra de arte”, como por ejemplo una película, es otra cuestión cuando se trata de los carteles de la película, especialmente cuando la película presenta una versión alternativa de la historia.
De hecho, desde la Segunda Guerra Mundial, los alemanes han sido comprensiblemente sensibles respecto del uso de imágenes nazis, y en Alemania está prohibido exhibir símbolos de este origen por cualquier motivo que no sea el ex…
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