En la Asamblea Nacional,
Durante dos horas, Michel Barnier escuchó sin pestañear, sentado en su banco. Imperturbable ante los ataques de la Agrupación Nacional y de la izquierda, el Primer Ministro echa un vistazo de vez en cuando a sus notas, bolígrafo en mano. El gesto es mecánico, como si intentara escapar del bullicio infernal de una Asamblea Nacional muy agitada. Hacia las 19 horas, sube al podio, lentamente, para pronunciar un último discurso en el hemiciclo. Acosado por las mociones de censura de la Agrupación Nacional y del Nuevo Frente Popular, sabe que su suerte ya está echada.
“La censura empeorará todo”
Al micrófono, Michel Barnier se pone las gafas para defender, una vez más, su texto presupuestario. Pero antes de hablar, el “bloque central” le ofrece una ovación que parece una despedida. “Me conmueve mucho su actitud y su acogida”, comienza Michel Barnier, sin guardar rencor a esta frágil coalición que no siempre le ha ayudado. “Escuché a Gabriel Attal antes expresar el deseo de menos ruido y más acción…”. Los primeros abucheos llegan desde la izquierda, él sonríe: “Aquí es complicado, ¿eh? »
Durante veinte breves minutos, el exnegociador del Brexit despliega las cualidades de su tan denostado presupuesto, que finalmente prevalecerá. “Este texto no era perfecto […] pero fue un buen compromiso y ya era hora de implementarlo. Por eso hice responsable a mi gobierno”. En varias ocasiones, Michel Barnier habla en tiempo pasado, consciente de que ya es demasiado tarde. “Esta moción de censura hará que todo sea más grave y todo más difícil”, se limita a advertir a las oposiciones. Si parece resignado es porque sus adversarios ya han acabado con todo el suspenso.
“El caos ya está aquí”
Hacia las 17.00 horas, Eric Coquerel critica un presupuesto “de sudor y lágrimas presentado a los franceses”. El diputado rebelde, presidente de la Comisión de Finanzas, evoca “las catastróficas cifras económicas” del país mientras suspira: “el caos no vendrá con vuestra caída, ya está aquí”. En el mismo tono, Boris Vallaud critica las negociaciones de Matignon con Marine Le Pen. “El frente republicano (en la segunda vuelta de las elecciones legislativas) se basó en un único compromiso: no ceder nada a la extrema derecha. Sin embargo, es con el único enfermero registrado que negoció. Esta traición por sí sola justifica la censura”, afirma el jefe del grupo PS.
Del lado de la Agrupación Nacional, los motivos son diferentes, pero el objetivo es el mismo: justificar la censura, incluso mezclando sus votos con los de la izquierda. Marine Le Pen ataca “un presupuesto sin dirección ni visión, tecnocrático, que se contenta con deslizarse cuesta abajo, negándose a abordar la inmigración”, lejos de sus recientes discursos para modificarlo. “Los pequeños pasos que habéis intentado tímidamente y tardíamente no se pueden llamar concesiones, son migajas”, justificó. A quienes me acusan de una política de lo peor, quiero decirles: lo peor sería no censurar”.
Tres cortos meses y luego se fue.
De nada sirven las amenazas del “bloque central” sobre el vértigo económico que se avecina. Gabriel Attal sólo puede señalar: “Parece que la extrema derecha y la extrema izquierda han decidido dar el visto bueno juntas, como en el pasado en Roma, cuando era necesario condenar a un gladiador después de la pelea”. Poco antes de las 20.30 horas, cayó el hacha. La Asamblea Nacional derroca a Michel Barnier y sus ministros por 331 votos.
A principios de septiembre, durante el traspaso de poder con Gabriel Attal, el ex comisario europeo se burló de las “enseñanzas” de su joven predecesor, que “sólo había durado ocho meses” en Matignon. Considerado por su talento como negociador del Brexit, Michel Barnier sólo duró tres meses.