Ya habíamos podido hacernos una idea del trabajo de Alexis Langlois a través de su cortometraje “Los demonios de Dorothy“, una especie de burbuja de pop queer que despliega un gusto muy pronunciado por el artificio y el fetichismo al servicio de una trama que ya pone de relieve la creatividad artística y el tema de la dificultad de amar. Resultado muy personal, bastante prometedor en su factura, pero limitado por tanto por su duración como por su concepto.Reinas del drama” tuvo todo lo del examen aprobado en la pantalla grande, permitiéndonos finalmente saber si su joven autor iba a poder levantar el vuelo. Dicho esto, no hay necesidad de ocultarlo: por su premisa y su tráiler (ya sobrecargado de referencias pop tangibles e iconizaciones en cascada), este primer largometraje dejó algunas aprensiones que recoger. En general: la posibilidad de encontrarse cara a cara con un OVNI cinematográfico sin dirección real, la exposición a pantalla completa de una imaginación queer egocéntrica que excluiría a los no iniciados, incluso un posible desfile de artificios y efectos de estilo XXL. bombo publicitario para la gente congestionada de TikTok. Al final, este no es el caso. Porque Alexis Langlois no sólo supo apuntar con amplitud siendo consciente del verdadero significado de la palabra “popular”, sino sobre todo porque supo manipular, con tacto y personalidad, el enorme arte de mezclar géneros sin intentar “ hazlo como te gusta” (básicamente, sin esforzarte en ser inteligente con los elementos y referencias que manipula). El resultado, singular y generoso en todas las fases de elaboración, no se parece a nada conocido y ya huele muy fuerte a olor a culto.
Lo más loco es haber corrido el riesgo de reapropiarse de los cánones narrativos y estéticos de varios medios (en este caso el género del gancho televisivo). Nueva estrella y canales de YouTube con sus vloggers llenos de fanfarronería histérica) para desviar su lógica desde el ángulo de la imaginación queer. En este sentido, es absurdo criticar a la película por utilizar incesantemente trucos kitsch y autoparodias a toda máquina, ya que toda la fuerza de esta imaginación reside en el hecho de reapropiarse de códigos y modos para reelaborarlos desde un ángulo que no podría ser más colorido. Alexis Langlois actúa así como un DJ desinhibido, mezclando y recopilando todo lo que pueda estimular su ojo de cineasta y su corteza cinéfila. Así que aquí, luchando por varios guiños a George Cukor, a Pedro Almodóvar, a Jean Genet, a las estrellas adolescentes de la música pop (Britney Spears, Mariah Carey, Mylène Farmer, Alizée u Ophélie Winter), a la competencia mediática cripto-M6 en el contexto del romance de Shakespeare, con un musical transgénero para hacer que los adictos de Carrera de resistenciao incluso los artificios más escandalosos de los dibujos animados y el pastiche cinéfilo. Realidad y fantasía chocan así para un filtrado integral, caldo de cultivo para una energía inconmensurable que nunca disminuye en poco menos de dos horas intensas.
Lo que obtenemos de él no es en modo alguno un borrador que recurra a todas las direcciones sin preocuparse por la coherencia. Revisando los caprichos de subir y bajar d'”nace una estrella” Desde el ángulo de la rivalidad romántica posadolescente (un punto de referencia suficientemente familiar para empezar con buena base), la historia se basa en una estructura sólida que sitúa la identificación emocional por encima del mero disfrute visual (aunque a veces es aquí el segundo el que apoya el primero), y asegura que sus referencias se coloquen en las articulaciones narrativas correctas en lugar de colapsarlas ciegamente. El uso de códigos musicales, aquí una fuente que genera pasajes al mismo tiempo muy divertidos y muy crudos. (no todos los días escuchas canciones como Vuélvete musculoso o Puño hasta la médula !), sigue la misma lógica al intentar captar con la mayor precisión posible las variaciones sentimentales de los protagonistas, sus transformaciones recíprocas en función de las pruebas que atraviesan, su ira casi punk constantemente teñida de una profunda melancolía, y también, de manera más general, las corrientes musicales, a veces líricas, a veces coloridas, que caracterizan a la galaxia queer. Finalmente, al superponer a todo esto la estructura de una historia contada al revés por un YouTuber amante de los chismes, Langlois cubos la lectura fantástica de su historia, como para mitificar mejor sus íconos queer y elevarlos. en bien entre iconos coloridos en un clímax final más abierto a la interpretación de lo que parece.
Sin embargo, es obvio que el proceso encuentra sus propios límites de vez en cuando, ya que tal cantidad de trabajo plástico es En realidad tarde o temprano está condicionado a familiarizarse con su propio sobrecalentamiento de forma aislada. Del mismo modo que ciertos espectadores, sin duda ajenos a tal avalancha de códigos estéticos y sensoriales, corren el riesgo de tener dificultades para sentirse en pantuflas después de cinco minutos y quedarse en el banquillo maldiciendo sin matices. Sin embargo, incluso si “Reinas del drama” apoya firmemente su enfoque como una antología viva y vibrante de la cultura queer, la generosidad que demuestra (infinitamente más fría y respetable que el limpio ascetismo de un cineasta derche engreído), el poder romántico que deja de moverse a una velocidad deliberadamente irregular ( aquellos que aman experimentar mil emociones contradictorias fuera de su vida cotidiana estarán en el cielo) y la actuación muy habitada de sus intérpretes (aparte de los sorprendentes Gio Ventura y Louiza Aura, mención especial a Bilal Hassani en un papel bastante inesperado) están aquí para recibir la más mínima crítica.Reuniones después de medianoche” de Yann González, nos encontramos nuevamente ante una ópera prima evanescente, tan rica en singularidad como en melancolía, donde el juego del artificio no es en modo alguno sinónimo de artificialidad y donde la universalidad de las emociones pretende trascender las modas y las opiniones fuertes. Está vivo porque vibra en la pantalla, está vibrante porque se experimenta en la pantalla grande.
Guillaume GasEnviar un mensaje al editor