Es hermosa la reconstrucción. Es emocionante, jóvenes. Pero en algún momento hay que ser coherente.
Porque lo que está pasando entre Brendan Gallagher y Alex Newhook no es nada lógico.
Imagínese por un momento: de un lado, Gallagher, de 31 años, que fue arrastrado por el barro como acabado, incapaz y, sobre todo, una carga financiera.
Del otro, Alex Newhook, de 23 años, supuestamente una piedra angular del futuro del canadiense. ¿Pero después de 20 juegos?
Gallagher ya tiene el doble de goles que Newhook y, créanlo o no, ni siquiera juega en la línea superior.
Mientras tanto, Martin St-Louis decide poner a Newhook, con sus 4 goles y un diferencial catastrófico de -11, junto a Nick Suzuki y Cole Caufield.
Una primera línea, nada menos.
Y Gallagher, que ya suma 8 goles, queda en un papel secundario, como si sus actuaciones hablaran al vacío.
En serio, ¿a qué estamos jugando?
Gallagher es el alma de este equipo. El tipo ha estado sacrificándose durante años, recibe una paliza, se levanta y lo vuelve a hacer.
Aunque las lesiones pueden frenarlo, esta temporada está demostrando que todavía tiene algo en el tanque. Pero por alguna razón inexplicable, queda fuera de la principal unidad ofensiva.
Newhook, por otro lado, recibe oportunidades en bandeja de plata, a pesar de que no ha hecho nada para merecerlas. Y nos sorprende que el equipo esté al final de la clasificación.
¿Estamos tratando de proteger una inversión?
Newhook llegó aquí con mucha esperanza y un costo significativo: dos selecciones de primera y segunda ronda.
Pero el problema es que la esperanza no mete el disco en la red.
Los resultados hablan, y ahora mismo, Newhook no tiene nada que justifique este ascenso. Y, sin embargo, ahí está, noche tras noche, como si el mérito ya no contara.
Mientras tanto, Gallagher, el eterno guerrero, observa esto.
¿Está frustrado? Nunca lo sabremos, porque este tipo nunca lo demostrará. Pero podemos imaginarlo.
El jugador que lo da todo por su equipo se ve eclipsado por un joven que, de momento, cuesta más de lo que aporta.
Si alguien merecía la oportunidad de jugar con Suzuki y Caufield, ese es Gallagher. Pero aquí estamos, estamos en la era de apostar por los jóvenes. Y a veces esas apuestas no tienen sentido.
A Martin St-Louis le gusta hablar de “proceso” y “mérito”. Pero con Newhook en la primera línea, esas palabras pierden todo significado.
Y si Gallagher, con sus 8 goles y su duro trabajo, no merece el ascenso, ¿quién lo merece? Newhook no, eso es seguro.
El mensaje enviado aquí es inquietante. No es el rendimiento lo que cuenta, es otra cosa.
Y esa, para un vestuario, es el tipo de situación que puede doler.
Brendan Gallagher no dirá nada. Pero todos sabemos lo que se merece.
Entonces, ¿a qué estamos esperando?
Continuará…