“Sweet Mambo”, el desgarrador grito de Pina Bausch, de regreso en París

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Andrey Berezin, Michael Strecker y Julie Anne Stanzak en “Sweet Mambo”, de Pina Bausch. MIRADA DE OLIVER

Las altas cortinas blancas ondean, levantadas por una brisa muy suave. A veces se hinchan como velas para un viaje tranquilo donde sólo vaga la mente. Regularmente aparecen y se disuelven siluetas de colores como acuarelas. Se desata una tormenta, una ola de tela irrumpe como si hubieran dejado una ventana abierta. Los relámpagos surcan el aire. Dónde estamos ?

Este ballet textil de formas aleatorias le da un atractivo fascinante al espectáculo. Dulce Mambo, creado en 2008 por Pina Bausch (1940-2009), en Wuppertal (Alemania). Presentada en enero de 2009 en el Théâtre de la Ville, vuelve hasta el 7 de mayo en esta sala donde el artista alemán programa regularmente desde 1979. La penúltima creación de esta importante figura de la escena contemporánea, que murió el pasado mes de junio a causa de un cáncer devastador. El 30 de octubre de 2009 será la última pieza que regalará durante su vida en París. Sin darle gravedad testamentaria, Dulce Mambo tiene el encanto cautivador de un teatro de sombras silencioso en el que estalla un largo grito. Con Pina Bausch el sueño no dura mucho, la nube amenaza, el contorno se resquebraja.

Intérpretes históricos

Revisar esta pieza desesperada, profundamente conmovedora e igualmente sólida en su tema, es un acontecimiento. Reside, ante todo, en el placer agudo y siempre presente de medir la insumergible audacia y la creatividad de Pina Bausch. Luego, y excepcionalmente, se beneficia de la actuación de una mayoría de intérpretes históricos. Siete de cada diez bailarines participaron en el desarrollo de Dulce Mambo, cuyos resortes activan hoy con el brillo salvaje que dan la edad y la experiencia. El coreógrafo noruego Alan Lucien Oyen aseguró el refinado montaje de este espectáculo maratónico, protagonizado por Julie Shanahan como estrella supersónica, Héléna Pikon, Julie Anne Stanzak, Nazareth Panadero, Aida Vainieri, Daphnis Kokkinos y Andrey Berezin, que interpretan sus vidas en cada momento. .

La escenografía paradójicamente concreta y evanescente, imaginada en complicidad con el decorador Peter Pabst, retoma la de Azules de bambú (2007), diseñado durante una residencia en India. A partir de 1986, Pina Bausch estimuló su imaginación a través de viajes e instalaciones en diferentes ciudades del mundo (Roma, Los Ángeles, Tokio, etc.), a las que luego dedicó una obra. También se toma un tiempo para regresar a su cueva favorita, el estudio de ensayo de Lichtburg en Wuppertal, sin ventanas ni relojes, donde trabaja desde finales de los años 70.

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