“Con un dolor indescriptible, me veo obligado a crear mi propio alfabeto; un nuevo alfabeto, el alfabeto de un superviviente. Un alfabeto que ya no se parece a ningún otro, porque todas las letras del alfabeto no me permitían expresar mi sufrimiento. Mis letras son capaces de crear palabras poderosas, vivas, a veces incluso muertas. Sólo darán frases fuertes, muy fuertes como: Siento una bomba de emociones contradictorias en mi interior. Ira, culpa, pena, nostalgia, alegría de superviviente, opresión y mucha tristeza.
Llevo una nostalgia irresistible por mi vida anterior. En verdad, extraño mi casa junto al mar en Gaza, extraño el olor de mi país, extraño esa serenidad que me abraza mientras camino por las calles de mi ciudad.
La Franja de Gaza siempre ha sido presentada como una gran prisión al aire libre. Hoy me encuentro fuera de esta prisión pero todavía esposado, ni siquiera puedo escapar, ni siquiera puedo volar… sigo siendo un prisionero… un prisionero de mis pensamientos, de Gaza y de este genocidio atroz que no termina.
El tiempo vuela pero, en el fondo, el tiempo se ha detenido en casa, en Gaza. ¿Podré algún día superar estas emociones? ¿Cómo podré continuar mi vida viendo toda esta opresión contra mis compatriotas?
¿Cómo me reconstruiré viendo la destrucción por todas partes en mi país? ¿Cómo puedo comer y beber bien sabiendo que mi familia y mis seres queridos se enfrentan a la hambruna en Gaza?
Es egoísta, es injusto, ¿no? ¿Cómo planificaré mi futuro perdiendo todas las posibilidades de perspectiva? Porque todo se derrumbó. ¡Me recuerdo menos sensible, más alegre, menos perturbado, más equilibrado!
Mis lágrimas están en alerta, esperando el llamado de un recuerdo, un recuerdo horrible de la guerra o un dulce recuerdo de los buenos días en mi patria. Me encuentro con una nueva versión de mí mismo, ya no encuentro mis pies, todo ha cambiado; mis sueños, mis planes, mi rutina, mi vida. A veces me repito a mí mismo: “No exageres. Tienes suerte, estás respirando, ya no estás ahí. » Pero mi mente se quedó ahí.
Estoy estancado en un “intermedio” que me agota, en medio del camino. Porque ya no disfruto del placer de descubrir el futuro y me encuentro estancado, incapaz de borrar la atrocidad de lo vivido, y menos aún de continuar mi viaje. Empezar de nuevo cuando no tienes ni ganas ni pasión de empezar de nuevo es muy difícil.
Pierdo toda confianza en el mundo excepto en la mirada viva de mis hijos que aman la vida y que me obligan a superarlo todo. Siempre me ha encantado viajar, escapar, descubrir el mundo. Pero nunca así. No por la guerra, no por obligación. Me siento desarraigada y no es fácil porque salir de casa es lo más amargo que puedes probar en toda tu vida…”
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