A pocos pasos del puente Bir Hakeim, entre en el cautivador mundo de Tokio, capital del País del Sol Naciente desde 1868 que está cambiando. la exposición Tokio, nacimiento de una ciudad modernaen la Maison de la culture du Japon, le sumerge hasta el sábado 1 de febrero en el corazón palpitante de la ciudad de los años 1920 y 1930, una época en la que soplaban vientos de cambio en el urbanismo, la cultura y la sociedad.
Tome el metro en Shibuya, vaya a un cabaret en Ginza, pasee por el mercado de Tsukiji y explore la capital japonesa de hace cien años a través de un centenar de grabados excepcionales cedidos por el Museo Metropolitano Edo-Tokio de Tokio. Estas obras ilustran la transformación Impresionante vista de Tokio en los albores de su modernización, de la industrialización a la apertura al mundo, sin olvidar las repercusiones del gran terremoto de Kantô de 1923. Las viejas calles tranquilas dan paso a un nuevo Tokio, urbano y occidental, con cabarets y el último metro. Una exposición que revela la fascinante dualidad de esta ciudad fantaseada por Occidente.
El 1 de septiembre de 1923, Tokio fue azotada por el Gran Terremoto de Kanto, un cataclismo que se cobró más de 100.000 vidas y redujo a cenizas el 40% de la ciudad. Si el terremoto en sí es increíblemente violento, son sobre todo los incendios y las condiciones extremas los que agravan el desastre, poniendo de relieve la vulnerabilidad de una ciudad construida principalmente de madera. Sin embargo, de esta tragedia surge un deseo de reconstrucción y renovación. Tokio, consumida por la destrucción, está renaciendo lentamente, como lo demuestran las estampas de la época, donde la resiliencia y la esperanza se perfilan en las ruinas.
Durante la era Taishô, tras el terremoto, Tokio sufrió una transformación radical. Si la modernización de la ciudad comenzó durante la era Meiji, fue realmente a partir de 1923 cuando la capital japonesa experimentó una profunda metamorfosis. La arquitectura de madera da paso a estructuras de hormigón, acero y vidrio, símbolos de una modernidad ahora inscrita en el paisaje urbano. Grandes bulevares, redes ferroviarias y parques públicos remodelaron Tokio, que luego se convirtió en un modelo de metrópolis moderna. A partir de 1932, la ciudad traspasó sus antiguas fronteras y formó el “Gran Tokio”, una aglomeración gigantesca que se encuentra entre las ciudades más grandes del mundo.
Las obras presentadas aquí capturan la esencia de una era cambiante, marcada por la sutil integración de la modernidad dentro de las tradiciones antiguas. A través del shin hanga o movimiento de “nuevas impresiones”, artistas como Kawase Hasui y Yoshida Hiroshi retrataron un Tokio donde el progreso urbano se mezclaba armoniosamente con paisajes relajantes y naturaleza. Estas creaciones se enmarcan en un tradicional proceso colaborativo, en el que participan el artista, el escultor, el impresor y el editor, y ofrecen una visión poética de la capital en plena expansión. El contraste entre la modernidad de la ciudad y la preservación de su alma se refleja en las escenas donde conviven el hormigón y la naturaleza, la luz artificial y la tranquilidad.
Por otro lado, el movimiento sôsaku hanga o “impresiones creativas”, encarnado por artistas como Fujimori Shizuo y Koizumi Kishio, presenta una visión más crítica y radical de las transformaciones de Tokio. En este enfoque, el artista es responsable de cada paso del proceso, ofreciendo una interpretación más directa y personal de la agitación social e industrial. Estas impresiones exponen un Tokio crudo, dominado por la industrialización y la construcción, donde las tensiones sociales y las rupturas con las viejas tradiciones son palpables. Las obras revelan una ciudad en constante evolución, enfrentada a la violencia y el caos de la modernización, donde los avances tecnológicos a veces parecen invadir la armonía y el orden.
Después de 1923, Tokio experimentó una profunda transformación, marcada por el surgimiento de una nueva cultura de consumo, que refleja la rápida industrialización del país. Barrios como Ginza, Asakusa y Shinjuku se convierten en centros bulliciosos, con tiendas, cafés y lugares de entretenimiento. También fue la época de los mobo y moga, jóvenes japoneses que adoptaban la moda occidental, que frecuentaban estos espacios y encarnaban la apertura de Tokio a una sociedad cosmopolita y moderna. Los grabados de la época capturan esta juventud dinámica, contrastando con los valores tradicionales de la sociedad japonesa.
Esta metamorfosis se extiende más allá de lo físico y se convierte en un símbolo del poder industrial japonés. Bajo el liderazgo de figuras como Gotō Shinpei, la ciudad se reorganizó para volverse más moderna y resiliente, con infraestructura adaptada a los terremotos. El hormigón y el acero sustituyen a la madera, y florecen puentes, fábricas y edificios modernos, lo que convierte a Tokio en una capital mundial. Los grabados de Fujimori y Koizumi documentan este renacimiento y ofrecen impresionantes panoramas de la ciudad en plena reconstrucción.
A principios del siglo XX, aunque eran evidentes signos de modernización, la tradición aún permanecía profundamente arraigada en la sociedad japonesa. Kon Wajiro, considerado el padre de la “modernología”, disciplina dedicada al estudio de los cambios sociales y culturales en un Japón sacudido por convulsiones, subraya que a pesar de los cambios, los elementos tradicionales persisten. Por ejemplo, la mayoría de las mujeres siguen usando el kimono, un símbolo atemporal de la identidad japonesa. Esta observancia de las tradiciones, a primera vista, puede dar la impresión de estancamiento cultural, pero si se presta más atención, notamos que los elementos de la modernidad comienzan a infiltrarse.
De hecho, aunque las bases tradicionales se mantuvieron sólidas en las décadas de 1920 y 1930, cambios sutiles marcan la adaptación de la cultura japonesa a la globalización. Los estampados de los kimonos, los peinados e incluso las elecciones estéticas atestiguan la creciente influencia del poder blando occidental, consecuencia de la apertura del país al mundo. Este fenómeno se vuelve cada vez más evidente con el tiempo, particularmente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la cultura occidental y particularmente la estadounidense ejercieron una presión cada vez mayor sobre Japón.