una exposición grabada en piedra

una exposición grabada en piedra
una exposición grabada en piedra
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Este artista de origen rumano, afincado desde muy joven en París, creó cientos de esculturas a lo largo de su vida. Está fuera de sintonía con su tiempo. Da forma a sus piezas a partir del material para reflejar su visión de la realidad. Dice: “La realidad no es la forma externa de las cosas, sino su esencia profunda. Basado en esta verdad, es imposible que alguien exprese algo real mientras permanece en la superficie de las cosas. Casi veinte años después de su última exposición en Francia, el Centro Pompidou le dedica una gran retrospectiva. Allí se presentan más de 120 esculturas y 400 obras.

Fui allí la noche de la Noche de los Museos, donde el acceso a las exposiciones es abierto y gratuito. Allí me enteré de que sólo se puede acceder de forma gratuita a las exposiciones permanentes. No importa, este artista que hasta ahora me era desconocido me atraía. Las primeras esculturas presentadas son blancas, crudas e imponentes. Detectamos una atmósfera particular. Tenemos la sensación de entrar en una introspección.

“Es cortando la piedra que descubrimos el espíritu de la materia, su propia medida. La mano piensa y sigue el pensamiento de la materia”, afirma Brancusi. Pasó décadas trabajando con piedra en bruto, buscando apasionadamente la sencillez y la pureza. Esta búsqueda le llevará a ser el precursor de la escultura moderna. A lo largo de su carrera tuvo interés en reproducir algunas de sus obras, como “El beso”, así como “El pájaro en el espacio”. Allí buscará la esencia de su mensaje. Tocará una forma de perfección con la punta de sus dedos.

Pasear entre sus obras te proporciona una calma profunda, como si estuvieras despojado de lo superfluo. Cada una de sus creaciones toca una parte delicada, sensible e incluso pura de nosotros mismos. Para él, una escultura bien hecha debe tener el don de curar a quien la mira. La ambición es grande.

Personalmente, esta exposición me alimentó. Me llenó de gratitud, la de poder admirar obras de gran belleza. Cada uno de ellos refleja un gesto consumado, un resultado alcanzado que, casi un siglo después, todavía nos molesta tanto.

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