Con admirable coherencia, el Palacio Lumière de Évian se esfuerza por (re)valorizar y, sobre todo, exponer artistas considerados pasados de moda, desde Jacques-Emile Blanche en el verano de 2015 (ver el artículo) hasta Albert Besnard el año siguiente (ver el artículo) luego, más recientemente, a los “últimos impresionistas” (ver el artículo) donde los dos Henri ya ocupaban un lugar destacado. Sin embargo, podemos preguntarnos si la receta sigue funcionando, ya que la reunión de estos “talentos fraternos”, ciertamente amigos y contemporáneos, parece un tanto forzada a lo largo del curso, impresión que se confirma con la lectura del libro que completa la exposición, difícil de entender. Por ejemplo, llamándolo catálogo, volveremos a eso: los artistas se estudian esencialmente por separado. Los rasgos comunes entre el artista del Sur y el de los “Altos de Francia” no son, en última instancia, muy visibles, como lo admite el libro de Yann Farinaux-Le Sidaner y Marie-Anne Destrebecq-Martin, donde aprendemos en particular que “ Sidaner abandonó muy pronto la composición monumental, mientras que Martin se había convertido en el principal decorador de su tiempo. “. Los textos subrayan paradójicamente las diferencias de gusto y de método de los dos Henries, a pesar de las secciones que supuestamente los unen, uno trabajando sus lienzos de caballete sobre el motivo mientras el otro en realidad recomponía su ” nieblas iluminadas » – esta hermosa palabra sobre Henri Le Sidaner se debe a Guillaume Apollinaire, contra el uso – en su taller [1].
- 1. Vista de la exposición “Henri Martin – Henri Le Sidaner, dos talentos fraternos”
Foto de : La nueva imagen
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- 2. Vista de la exposición “Henri Martin – Henri Le Sidaner, dos talentos fraternos”
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Hay que decir que la escenografía, confiada a Frédéric Beauclair, aunque acostumbrado a los espacios ingratos del Palacio Lumière, no realza realmente las obras expuestas ni el tema, ciertamente tan nebuloso como los mejores cuadros de Henri Le Sidaner. Por ello hemos colocado algunos formatos pequeños y medianos en las amplias salas de arriba (enfermo. 1) donde parecen flotar en las paredes, mientras que las mesas puestas que – desgraciadamente – dan fama a Henri Le Sidaner están colgadas en un feo pasillo (!) en el sótano, desafiando el sentido común y la seguridad de estas obras entonces protegidos por cordones que esperamos sean disuasorios. Por su parte, los bocetos de los grandes decorados de Henri Martin se reúnen en una de las mejores salas de la exposición (enfermo. 2) pero sin viñetas ni siquiera pantallas -cuya ausencia lamentamos por una vez- contextualizándolas mostrando las obras definitivas. Salimos con una sensación persistente de déjà vu y de trabajo de mala calidad a pesar de los bellos momentos frente a estos cuadros, sabios y nostálgicos, y a veces encantadores.
- 3. Enrique Martín (1860-1943)
Armonía1894
Óleo sobre lienzo – 146 x 89 cm
Douai, Museo Chartreuse
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