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El fotógrafo que vivía en España falleció el domingo 21 de abril. Exhibidas en todo el mundo, sus fotografías buscaban sublimar a quienes quedaron atrás en un estilo de gran clasicismo.
Sus grandes retratos en claroscuros llamaban la atención por su intensidad y presencia. Menor, punk, traficante de drogas, monje, yakuza, inmigrante, vagabundo o gitano sobrevivirán sin duda a Pierre Gonnord. Fallecido el domingo 21 de abril en Madrid, a los 60 años -según anunció el Museo Nacional Reina Sofía-, el fotógrafo padecía leucemia. Expuestos en todo el mundo, sus retratos eran inmediatamente reconocibles, ya que las personas fotografiadas saltaban hacia ti, imbuidas de un aura poderosa y casi mística. Pierre Gonnord supo captar rostros pero sobre todo supo habitar los ojos de sus modelos con una presencia magnética, sensible y fascinante. Sabía cómo hacer reyes a los que quedaban atrás. Su estilo, de gran clasicismo, se inspiró en los maestros italianos y del barroco español: Caravaggio, Bartolomé Esteban Murillo o José de Ribera. También admiraba a Rembrandt, cuyos retratos casi vivos están siempre “al borde” de algo, como en suspenso. Son precisamente estos momentos de inestabilidad fugaz los que buscaba en sus imágenes.
“Una especie de salvavidas”
Visto en la Bienal de Venecia, en el Museo del Prado o en el Museo Kulturhuset de Estocolmo, Pierre Gonnord también ha expuesto en Francia, en el MEP o en los Rencontres d’Arles. “Está entre los grandes retratistas de la actualidad.
