Esta no es la menor de las paradojas. Joe Biden, el presidente más experimentado en política exterior de su generación, forjado durante décadas en el Senado y ocho años a la sombra de Barack Obama, nunca aspiró a ser un presidente diplomático. Su verdadero proyecto era interno: rediseñar Estados Unidos en beneficio de su clase media. Durante la campaña de 2020, frente a una nación marcada por el Covid-19 y las viejas secuelas de la globalización desenfrenada –caldo de cultivo para la elección de Donald Trump cuatro años antes–, Biden sueña con ser el nuevo Roosevelt, capitán de un protector. y estado constructor.
Como reflejo de las frustraciones de un pueblo estadounidense cansado de dos décadas de guerras que han costado vidas destrozadas y miles de millones desperdiciados, su diplomacia pretende ser una extensión de este proyecto interno. “Cada acción que tomemos en el extranjero debe realizarse teniendo en mente a las familias trabajadoras de Estados Unidos. Promover una política exterior a favor de la clase media requiere un enfoque urgente en nuestra renovación económica interna. afirma
Bélgica