Debilitado a nivel nacional, Emmanuel Macron se aferra a la escena internacional. Como prueba, su discurso de este lunes de apertura de la conferencia de embajadores en el Elíseo, una misa diplomática anual. Frente a una audiencia de diplomáticos y ministros actuales y anteriores –incluidos veteranos de la era Mitterrand como Hubert Védrine, Jack Lang y Laurent Fabius– recorrió el planeta, embelleciendo su historial en África, estimulando a una Europa rezagada, castigando a Musk pero perdonar a Trump, instar a Argelia a liberar al escritor Boualem Sansal… De este torbellino de casi dos horas surge su llamado a Ucrania a “llevar a cabo debates realistas” sobre la cuestión de su territorio, invadido desde hace casi tres años por Rusia.
Una primicia. Durante mucho tiempo, la idea de negociar fue tabú. Pero la elección de Trump, con su famosa promesa de “detener la guerra en 24 horas”, cambió la situación. Incluso para el presidente Zelensky, quien dice que está dispuesto a discutirlo con el estadounidense antes de ir a ver a Putin. Para sentarse a la mesa de negociaciones, Ucrania primero debe estar en una mejor posición en el campo de batalla. Por tanto, la ayuda militar debe continuar. “Una capitulación de Ucrania no puede ser buena para los europeos y los estadounidenses”, insiste el jefe de Estado.
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