El Terror perturbó la actividad agrícola, fomentó la especulación con los cereales, todo ello agravado por unas condiciones climáticas desastrosas para los cultivos, que provocaron hambrunas y consecuencias dramáticas en múltiples lugares, especialmente en el alto Jura y especialmente en Saint-Claude. Un hombre y un discurso salvarán a los habitantes de la ciudad.
Un sans-culotte decidido
François Clerc nació en Villeneuve-lès-Sarrogna, en Petite Montagne, no lejos de Orgelet, en 1769, el mismo año que Napoleón. Después de estudiar en Orgelet y en el Collège de l’Arc de Dole, fue contratado a principios de 1791 como profesor de filosofía, lógica y matemáticas en Saint-Claude. Sobre todo, se implicó en el gran movimiento revolucionario y se afirmó como un sans-culotte decidido.
Este compromiso le lleva a la Convención de la Montaña donde reina el formidable y temido Robespierre. Aún no tenía 25 años, pero el 31 de enero de 1794 pronunció con pasión y rigor un discurso particularmente patético que permitió obtener urgentes requisiciones de cereales que salvarían al Alto Jura de la hambruna.
Hizo cambiar el nombre de Saint-Claude
En el mismo movimiento, su espíritu revolucionario llevó a cambiar el nombre de Saint-Claude (los santos tienen mala reputación entre los revolucionarios) para devolverle su antiguo nombre de Condat. Pero con el paso de los años, su entusiasmo pierde vigor y logra atravesar sin sufrir daños los disturbios revolucionarios, dedicándose cada vez más a diversas investigaciones científicas y esforzándose por olvidar su pasado “enfurecido”.
Sin embargo, las preocupaciones sociales nunca estuvieron ausentes de su pensamiento, ya que todavía en 1803 imaginó un proyecto de un fondo de salud y de vejez financiado con contribuciones periódicas garantizadas por el Estado, con el fin de “superar el pauperismo”. Pero la mayor parte de su actividad la dedicó a la ciencia.
Un verdadero erudito
Discípulo de Ampère, importante estudioso de la época, formó parte del grupo de científicos que crearon el metro y el sistema métrico. Luego enseñó filosofía y matemáticas en Lyon, se apasionó por la astronomía y restauró el observatorio de Lyon, del que llegó a ser director.
Conocía de antemano la constitución de los anillos de Saturno y publicó numerosas obras científicas, contribuyendo a hacer del francés “una lengua matemática”. Edgar Quinet declaró que era “uno de los hombres más eruditos de Francia”. François Clerc murió en 1847. No se conoce ningún retrato de él.
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