¡“Jubbanti” completo! Sí, nuestros políticos e intelectuales, en general, formados en la escuela laica de Jules Ferry, se han configurado para ser, conscientemente o no, los continuadores del colonizador; les inculcó indeleblemente que la religión debe ser un asunto estrictamente privado y, por tanto, debe estar separado de la gestión de la ciudad; Y verdaderamente, se trata de un error gravísimo, incluso fatal, que, más de cincuenta años después de nuestra independencia, sigue comprometiendo todos nuestros deseos de surgimiento y desarrollo. Sí, por nuestra opción secular estamos condenados a un fracaso infernal (desilusión tras desilusión, y generación tras generación): el precio de nuestra incredulidad o de nuestra hipocresía; Por lo tanto, debemos asumir nuestra elección, que ningún tipo de sabiduría podría justificar.
Por lo tanto, ya es hora de que nuestros Señorías diputados comprendan que la solución que hemos estado buscando desde que nuestro país obtuvo la independencia sólo puede ser el resultado de una importante reforma constitucional. Y en verdad, la única lucha que vale la pena librar para los creyentes (todas las obediencias combinadas) es la de conformar nuestra república a nuestras convicciones religiosas y culturales; y, por tanto, rompe con el secularismo que está directa o indirectamente en el origen de todos nuestros males. De hecho, al respaldar una Constitución que excluye totalmente a Dios en la gestión de nuestro país, hemos elegido deliberadamente el camino de la perdición. Sí, en el artículo 1 de nuestra Constitución se menciona que nuestra República es laica, es decir, que respeta todas las religiones, lo cual es bueno, pero se abstiene de inspirarse en ellas, ¡qué desperdicio! Para estos republicanos (laicos), el Corán y los demás Libros Sagrados (Thora y Evangelio) no tienen ningún tipo de importancia; en definitiva, para ellos Dios no tiene lugar en la República – ¡¡¡Una auténtica catástrofe!!! Y esto significa que es necesario un debate sobre el secularismo, un requisito previo esencial para reorientar a nuestro país en el verdadero camino hacia el surgimiento; en definitiva, ¡un Senegal soberano, justo y próspero! …