EL EDITORIAL DE RAPHAËL LEGENDRE. La Quinta República es un texto pensado para las mayorías y que hoy se encuentra en dificultades frente a una Asamblea donde sólo hay minorías. ¿Debería cambiarse?
La Constitución de la Quinta República nos ha permitido superar muchas crisis desde 1958, pero hoy es quizás lo que también nos bloquea. En cualquier caso, el debate aumenta mientras la máquina estatal parece paralizada, imposible de avanzar. Entonces ¿deberíamos cambiarlo?
La pregunta que cabe plantearse es ¿quién tiene la culpa si el sistema no funciona correctamente? ¿Quién es el responsable del desorden en la Asamblea? ¿La Constitución? ¿O los hombres y mujeres que forman parte de la representación nacional?
Durante años, hemos escuchado a los parlamentarios quejarse de que no eran más que una cámara de registro, que los parlamentarios eran parlamentarios descuidados. Que el Senado no sirvió de nada.
Fenómeno sin precedentes en el marco de la Quinta, la tripartición ofrece precisamente la posibilidad de que el Parlamento recupere el control del gobierno buscando coaliciones, mayorías para actuar en nombre de la República. Como se hace en el resto de Europa.
“Lo que le falta al Parlamento no son poderes, sino parlamentarios que los ejerzan”, afirmó Guy Carcassonne.
¿Y qué vimos durante este debate presupuestario? Un uso irresponsable del apalancamiento fiscal, decenas de miles de millones en impuestos como si estuviera lloviendo y grupos que luchan con las elecciones municipales de 2026 y las presidenciales de 2027 como único horizonte… Triste espectáculo.
¿Es la Constitución responsable de la inconsistencia de nuestros funcionarios electos? No me parece.
Cambiar de mentalidad ante los textos
Esto no significa que no se deba cambiar nada. El texto puede mejorarse, modificarse y modernizarse, como en 2008, por ejemplo, con la introducción de cuestiones prioritarias de constitucionalidad. Podríamos añadir una dosis de democracia, por ejemplo relajando las condiciones para implementar el referéndum de iniciativa compartida (RIP), como pensaba Emmanuel Macron hace un año.
Pero no echemos al bebé con el agua del baño. El Tercero dio plenos poderes a Pétain. Durante el siglo IV, la esperanza de vida de los gobiernos fluctuaba entre un día y unos pocos meses. Es una suerte tener un texto que lleva 66 años funcionando.
¿Es hora de cambiarlo? Ciertamente no en medio de una crisis. Quizás lo que necesitamos empezar a cambiar son las mentalidades; la cultura y malos hábitos adoptados en la Asamblea.