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Israel, un actor central en Medio Oriente, se ha beneficiado durante décadas de alianzas estratégicas con socios importantes como Estados Unidos, la Unión Europea y, recientemente, las monarquías del Golfo. Estas asociaciones, aunque esenciales para su seguridad y desarrollo económico, plantean dudas sobre su sostenibilidad, su equilibrio y su verdadero impacto en la soberanía y las relaciones regionales de Israel.
Estados Unidos: apoyo condicionado por prioridades geopolíticas
La asociación entre Israel y Estados Unidos es posiblemente la más sólida. Washington proporciona un apoyo financiero masivo al ejército israelí y desempeña un papel clave en su seguridad regional. Sin embargo, esta alianza está condicionada por las prioridades estadounidenses, particularmente en términos de controlar a Irán y normalizar las relaciones entre Israel y el mundo árabe. La administración Trump, por ejemplo, presionó a Israel para que firmara los Acuerdos de Abraham, una medida que algunos consideran una forma de promover las ambiciones estratégicas de Estados Unidos en el Golfo en lugar de los intereses a largo plazo de Israel.
La dependencia de Israel de Washington también limita su margen de maniobra. Por ejemplo, la presión estadounidense para evitar una escalada militar con Gaza o el Líbano obliga a Israel a adaptar sus estrategias a los imperativos geopolíticos de su principal aliado.
Al mismo tiempo, Estados Unidos apoya firmemente a las monarquías del Golfo. Las ventas masivas de armas, en particular a los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, están fortaleciendo su capacidad militar en la región. Este apoyo, como lo demuestran los Acuerdos de Abraham, también sirve para contrarrestar la creciente influencia de Irán y al mismo tiempo fortalecer las asociaciones económicas. Sin embargo, este doble alineamiento, Israel por un lado y los países del Golfo por el otro, coloca los intereses israelíes en una posición delicada cuando sus prioridades divergen.
Las monarquías del Golfo: alianzas estratégicas pero frágiles
Los Acuerdos de Abraham marcaron un punto de inflexión histórico al permitir la normalización de las relaciones entre Israel y varios países del Golfo, en particular los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin. Estas alianzas han resultado en asociaciones económicas y tecnológicas prometedoras. Sin embargo, este acercamiento se basa en una oposición común a Irán, lo que la convierte en una alianza más oportunista que duradera.
Las monarquías del Golfo, aunque buscan la modernización económica, siguen siendo muy dependientes de las exportaciones de petróleo. Esto debilita su posición en un contexto internacional donde Estados Unidos y Europa están reduciendo gradualmente su dependencia de los hidrocarburos. Esta transición alienta a países como Arabia Saudita a diversificar sus asociaciones, incluido Israel por sus avances tecnológicos y militares.
Competencia de China en el Golfo
China, un actor discreto pero influyente, está aprovechando la oportunidad para ampliar sus asociaciones con los países del Golfo. Beijing está aumentando las inversiones en proyectos estratégicos de infraestructura, como puertos y energías renovables. A diferencia de Estados Unidos, China adopta un enfoque económico y evita la interferencia política directa, lo que atrae a las monarquías del Golfo. Este aumento del poder económico chino compite directamente con los intereses estadounidenses y, por extensión, con la estabilidad de las alianzas tradicionales con Israel.
En Israel, esta dinámica coloca a Tel Aviv en una posición compleja: fortalecer sus vínculos con China podría dañar sus relaciones con Washington, mientras que un alineamiento exclusivo con Estados Unidos limita sus opciones estratégicas a largo plazo.
Europa: una distancia creciente desde el giro revisionista
Las relaciones entre Israel y Europa, aunque estrechas económicamente, han experimentado un deterioro gradual desde la década de 1970. Este período marca el ascenso del sionismo revisionista, encarnado por el Likud, que reemplaza al sionismo progresista que hasta entonces había dominado la escena política israelí. Bajo la influencia de este cambio ideológico, las políticas israelíes se han endurecido, particularmente en cuestiones relacionadas con la colonización en Cisjordania y las negociaciones con los palestinos.
La Unión Europea, apegada a una visión multilateral y a la defensa de los derechos humanos, critica periódicamente las acciones israelíes que considera contrarias al derecho internacional. Esta postura, aunque basada en principios universales, ha ampliado la distancia entre Bruselas y Tel Aviv. En respuesta, Israel ha fortalecido sus relaciones con socios menos críticos, como Estados Unidos y las monarquías del Golfo, a expensas de sus vínculos históricos con Europa.
Saldos futuros
En un contexto en el que grandes potencias como Estados Unidos y China compiten por fortalecer su influencia en Medio Oriente, Israel tendrá que navegar entre sus asociaciones tradicionales y nuevas oportunidades. ¿Podemos imaginar que un actor como Israel, situado en la encrucijada de estos intereses globales, logre preservar su soberanía mientras se beneficia de los beneficios económicos y estratégicos de alianzas a veces contradictorias?
Referencias
- Correo de Jerusalén«Los Acuerdos de Abraham: un catalizador para la cooperación regional», 2024.
- Globos«Rivalidad entre Estados Unidos y China en el Golfo: implicaciones para Israel», 2024.
- HaDerekh«Vínculos estratégicos entre Israel y las monarquías del Golfo», 2024.
- Maariv«Cómo el sionismo revisionista dio forma a las relaciones exteriores de Israel», 2024.
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