“Israel arrasó el cementerio de nuestros antepasados”: en el Líbano, la guerra también golpea después de la muerte

“Israel arrasó el cementerio de nuestros antepasados”: en el Líbano, la guerra también golpea después de la muerte
“Israel arrasó el cementerio de nuestros antepasados”: en el Líbano, la guerra también golpea después de la muerte
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Arturo Sarradin

enviado especial al sur del Líbano

Publicado el 20 de noviembre de 2024 a las 12:31 p.m. / Modificado el 20 de noviembre de 2024 a las 12:33.

  • En el Líbano, donde más de 3.300 personas han muerto desde que se intensificó el conflicto entre Israel y Hezbollah, las morgues y fosas comunes están sobrecargadas y los funerales a menudo son imposibles.

  • En el sur del Líbano, algunas familias incluso acusan a los soldados israelíes de profanar cementerios en la frontera.

  • Para superar el calvario de estas muertes profanadas, los chiítas libaneses se aferran a la creencia según la cual el mártir, “elegido por Dios”, no siempre exige un respeto estricto del rito funerario.

“Tenemos diez minutos y luego nos dispararán”. Mohammad cierra de golpe la puerta de su coche y se apresura por un callejón en Khodor, su pueblo en la llanura oriental de Bekaa. El hombre de sesenta años acaba de salir del hospital, con una venda apretada en la cabeza y todavía con cara de confusión. A su alrededor, un relieve accidentado donde todo ha quedado devastado. Es la primera vez, a principios de noviembre, que vuelve a poner un pie aquí desde la destrucción, la víspera, de la casa familiar, situada frente a su almacén de aves, durante una incursión del ejército israelí. Un trozo de pared domina el inmenso cráter en el que se entremezclan decenas de prendas infantiles de colores. “¿Ves alguna arma aquí? Mahoma se enoja. ¡No había nada! Somos civiles”. La víctima más joven, Arij, tenía 8 años. En total, cuatro niños y dos adultos murieron aquí, incluida la hija de Mohammad, Sawsan, que estaba embarazada.

Ya son cinco minutos y el tiempo corre peligrosamente. Mohammad se apresura hacia un trozo de tierra recién removida que hay debajo. Frente a los ramos de caléndulas arrojados apresuradamente, se erigen fríamente seis bloques de hormigón. Estelas improvisadas, sin nombre ni fecha. Al verlos, Mohammad suelta un sollozo que intenta contener quedándose sin aliento. “Nos dicen que es una guerra justa, para liberarnos… ¿Parecen libres aquí?” dice el avicultor. En el funeral, dos horas antes, ningún imán pudo oficiar. Mohammad no pudo invitar a sus seres queridos al funeral ni recibir sus condolencias. La defensa civil libanesa permitió que sólo un miembro de la familia acompañara a un paramédico durante el entierro.

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