La feria de Dijon está en pleno apogeo. Del 31 de octubre al 11 de noviembre, cerca de 400 expositores se reunirán en el recinto ferial. Pero con los crecientes costos vinculados al evento y al contexto económico, ¿cómo logran sobrevivir?
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En Dijon, es difícil perderse la feria. Del 31 de octubre al 11 de noviembre, el recinto ferial será invadido por numerosos visitantes. Ya sean simples curiosos o compradores informados, todos ellos son clientes potenciales para los 400 expositores de este 112mi edición.
Pero este año los costes para los comerciantes se han revisado al alza. Para conseguir una plaza en un stand este año, el precio oscila entre 150 y 210 euros el metro cuadrado, un incremento de casi el 5% respecto al año pasado. Así están haciendo los expositores para destacar y amortizar estos nuevos gastos.
Para algunos, la respuesta está en la esencia misma de la profesión. Entonces tienes que perfeccionar lo básico. Nelson Halabi proviene de Montpellier. Cuando está detrás de su stand, es mucho más que un simple expositor, es un espectáculo vivo. Además de los extractores de zumo, el residente de Montpellier ofrece una demostración detallada de la que se siente muy orgulloso: “Mi trabajo es demostrador. Hay una base que escribí, pero se hace mucho en improvisación. Vengo a buscar la energía de mi público, si soy eficiente es porque el público es receptivo”.
A través de gestos dinámicos y juegos de palabras bien fundamentados, Nelson cautiva a los transeúntes que casi sistemáticamente se detienen como atrapados en la escena propuesta. Y muchos se meten la mano en la cartera, visiblemente convencidos por el producto o al menos por la demostración.
Sin embargo, en cuanto al resto de la feria, no todos los expositores eligen esta técnica que recuerda a los bulliciosos mercados del sur de Francia. “En ese momento había 300 manifestantes, hoy se puede ver que nuestra profesión ha sufrido un verdadero golpe”lamenta Nelson. “Ahora debemos ser unos cuarenta de nosotros trabajando duro, por lo que es importante revivir esta profesión”.
Para otros, más que la técnica, ahora hay que pensar en toda la organización. Vanessa Pesquié optó por una solución que le permitirá ahorrar dinero durante la duración del evento.
El expositor de arte polinesio formó con una quincena de colegas una asociación cultural polinesia. Ella explica: “Somos varios artesanos polinesios y varios de nosotros vinimos con fuerza. Ofrecemos un pueblo polinesio completo. Es una forma de bajar los precios porque estamos agrupando ubicaciones. Estamos tomando una ubicación más grande con varias personas y, por otro lado, Hay que aportar algo cultural”.
En este pueblo de expositores hay un escenario para representaciones artísticas, iniciaciones a la elaboración de coronas o incluso degustaciones culinarias. Esta organización fue propuesta por Dijon Bourgogne Events, los organizadores de la feria. Sin esta propuesta, a este expositor le habría resultado difícil viajar a Dijon: “Es artesanal, por lo que no puedo bajar los precios. Sigue siendo un costo para estructuras muy pequeñas como la mía”.
Durante quince días de feria, el coste asciende a 2.500 euros en gastos fijos, sin incluir la mercancía de Vanessa Pesquié.
Desde hace 35 años, Catherine es una de las expositoras de la feria de Dijon. Este año, este vendedor de alfombras muestra una sonrisa superficial. El inicio de la feria no parece muy exitoso, los días festivos no han ayudado, según ella, pero hay algo más.
La subida de los precios del metro cuadrado, como ocurre en muchas otras ferias, supone un duro golpe para los expositores. “El poder adquisitivo, los precios de todos los productos, servicios son así”denuncia. “Aceptamos o no venimos. Se está volviendo complicado. Los costos fijos ahora son altos. Prestamos atención a eso cuando aceptamos venir y exponer”.
Para esta experimentada vendedora, estos nuevos precios son responsables de la escasez de una determinada clientela: “Vemos una clase media que tiene menos poder. Eran nuestros clientes, nuestros consumidores… Es un fenómeno nacional”. Todas estas nuevas reglas imponen un juego diferente para los comerciantes. Catherine es una de las que se ve obligada a recortar sus márgenes. Sus precios han aumentado uno o dos euros, pero limita los daños. “Hemos reducido nuestros márgenes, por lo que estamos intentando comer en el puesto”.
Al igual que este expositor, muchos profesionales del sector tienen miedo de lo que les deparará el futuro.