Las cifras pintan un panorama implacable: esta temporada, el Real Madrid está luchando por imponer su marca ofensiva. Con una diferencia de goles de sólo +10, el club se sitúa muy por detrás de su eterno rival, el FC Barcelona, que cuenta con un impresionante +27. Esta disparidad se refleja en el número de goles marcados: 21 en 11 partidos para la Real, mientras que el año pasado ya sumaba 23 a estas alturas. En términos de actuaciones individuales, la brecha también se deja sentir, con Robert Lewandowski en lo más alto del ranking de goleadores de la Liga con 14 goles, mientras que Kylian Mbappé, “líder” ofensivo de los merengues, sólo tiene 6.
Esta disminución del rendimiento ofensivo es en parte resultado de una estrategia que, si bien garantiza solidez y rigor defensivo, limita la creatividad en ataque. Este desequilibrio estadístico refleja una realidad que el Real Madrid está luchando por superar: el equipo ha perdido un poco de su impulso para dominar el marcador, una brecha que sugiere el desafío que debe asumir para alcanzar las ambiciones del club.
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Una flagrante falta de eficiencia entre los atacantes
Los reveses ofensivos del Real Madrid también se explican por la vacilante eficacia de sus delanteros. Kylian Mbappé, a pesar de toda su voluntad, a menudo se topa con sus propios excesos: repetidos fueras de juego y oportunidades desperdiciadas que empañan su historial. Vinicius, fiel a sus estándares, parece haber bajado el ritmo respecto a la temporada pasada. En cuanto a Rodrygo, su temporada se vio frenada, primero por la reducción de tiempo de juego y luego por una lesión. Endrick, por su parte, sigue luchando por afirmarse y, paradójicamente, le faltan minutos para dejar su huella.
La ausencia de Joselu (traspasado al Al-Gharafa SC), este zorro de superficie que, la temporada pasada, desbloqueó los partidos más cerrados gracias a su perfil de 9 puro, deja un vacío en el ataque madridista. En cuanto a Jude Bellingham (0 goles esta temporada), ahora reposicionado más abajo, ha perdido ese papel de apoyo ofensivo que tanto le sonrió el año pasado. Así, las deficiencias en la eficacia de la línea ofensiva sumergen al Real en una búsqueda aún inconclusa de equilibrio, frenando al equipo en su conquista de las redes contrarias.
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Una química ofensiva para construir.
Más allá de las frías estadísticas y las cifras despiadadas surge otra observación: la de una armonía aún vacilante dentro del ataque madrileño. Desde la llegada de Kylian Mbappé, que supuestamente galvanizaría la línea ofensiva, el equipo parece tartamudear, todavía en busca de un mecanismo colectivo verdaderamente engrasado. A veces, el individualismo surge donde debería expresarse la simbiosis: Mbappé o Vinicius optan por el golpe personal antes que por el pase juicioso, ignorando así la posibilidad de una acción mejor construida. Esta disonancia frena la creación de ocasiones claras, limitando al Real a destellos individuales donde necesita un resultado global, un verdadero ballet ofensivo.
Esta falta de química no sólo arraiga en el área rival, sino que también tiene su origen en el corazón del mediocampo. La dupla Tchouaméni-Valverde, valiosa por su robustez y su matanza, carece sin embargo del tacto de Toni Kroos (retirado), ese virtuoso del pase de precisión, capaz de abrir defensas con una simple mirada. Privada de ese conductor, la Real pierde fluidez, con balones menos frecuentes y menos punzantes, que luchan por llegar a la vanguardia.
La disposición táctica, finalmente, pesa con todo su peso sobre el desempeño global. En una configuración rombo 4-4-2, los merengues encuentran cierta densidad en el medio, ofreciendo circuitos de pase y ángulos para combinar. Pero en 4-3-3, el colectivo se fragmenta, dependiendo de las hazañas individuales en un sistema que expone sus límites. La mecánica ofensiva del Real Madrid parece así entumecida, como si el talento escondido allí todavía estuviera esperando el detonante, la clave para expresarse plenamente.
Si miras de cerca, El Real Madrid se enfrenta a un gran reto: recuperar la llama ofensiva que le hace legendaria preservando el equilibrio de su juego. Para volver a conectar con el realismo de las grandes noches, los merengues tendrán que perfeccionar sus automatismos y devolver al ataque el aliento que todavía se les escapa esta temporada.
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