El petróleo es la clave de nuestras economías globalizadas

El petróleo es la clave de nuestras economías globalizadas
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El sector sigue siendo volátil ante las tensiones geopolíticas y los ciclos económicos, pero sin pánico por los precios del oro negro.

El precio del petróleo (Brent) ha subido alrededor de un 15% desde principios de año y ha fluctuado en promedio alrededor de 88 dólares durante los dos últimos años. El índice MSCI World Energy ha subido un 12% durante el mismo período.

Retos y avances en la transición energética

Desde el acuerdo de París en 2015, luego el acuerdo verde europeo en 2020 y el plan RePower EU en 2021, o la BIL (Ley Bipartidista de Infraestructura) en 2021 seguida de la IRA (Ley de Reducción de Inflación) en Estados Unidos, la política de voluntad para lograr con éxito Completar la transición energética hacia las energías renovables (solar, eólica, hidroeléctrica, etc.) sigue siendo fuerte pero tropieza con importantes obstáculos: inflación de la mano de obra y de los materiales, elevados tipos de interés y Estados cada vez más endeudados.

Los combustibles fósiles mantienen así su predominio en muchas regiones del mundo. La demanda de petróleo sigue siendo relativamente fuerte debido a su uso en el transporte, la petroquímica y muchos otros sectores. El gas natural, a menudo considerado una “energía de transición”, ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al reemplazar el carbón en la generación de electricidad. Desafortunadamente, la guerra en Ucrania ha obligado a algunos países como Alemania a recurrir nuevamente al carbón para producir electricidad mientras encuentran alternativas al gas ruso.

Impactos económicos y ajustes estratégicos

Ante la desaceleración prevista de la demanda y bajo la presión de inversores deseosos de acelerar la transición hacia fuentes de energía sostenibles, la mayoría de las empresas de exploración y producción de energías fósiles han reducido sus inversiones en el sector tradicional para beneficiarse de proyectos más ecológicos. Por tanto, TotalEnergies debe invertir en proyectos de producción de hidrógeno en lugar de en exploración de petróleo. Las grandes empresas –ExxonMobil, Shell, Chevron, BP, TotalEnergies y Eni– mantienen un enfoque cauteloso en su gasto en exploración. Así, estos grandes productores gastaron una media de siete mil millones de dólares al año entre 2020 y 2024, una caída considerable en comparación con los diez mil millones de dólares gastados anualmente entre 2016 y 2020. Al mismo tiempo, los países miembros de la OPEP+ no dudan en reducir su producción para contrarrestar la caída del crecimiento económico mundial, manteniendo así los precios del petróleo en niveles elevados, muy por encima de sus costos de extracción.

Las empresas de petróleo y gas generan un importante flujo de caja. Las menores inversiones y los altos márgenes les permitieron reducir las deudas y distribuir altos dividendos. Ahora se encuentran en una posición de fortaleza en un contexto en el que las tensiones geopolíticas y las limitadas reservas de petróleo están haciendo subir los precios. En Estados Unidos, las reservas estratégicas de petróleo se encuentran en un mínimo histórico y la necesidad de reponerlas también podría contribuir a mantener altos los precios del petróleo. Los avances en las técnicas de perforación, como el fracking, han hecho que la extracción de petróleo y gas sea más rentable, favoreciendo particularmente a las empresas estadounidenses que extraen gas de esquisto. Las inversiones en gas de esquisto en Estados Unidos han seguido la subida de los precios, pero las empresas son hoy mucho más disciplinadas que hace diez años y el riesgo de sobreproducción parece remoto, lo que favorece un entorno más estable para estos actores del sector energético.

El acceso a los recursos energéticos sigue siendo una cuestión geopolítica importante. Los conflictos, sanciones o acuerdos entre países productores ejercen una presión directa sobre los precios de la energía y, en consecuencia, sobre la inflación. Los hogares menos favorecidos son los primeros en verse afectados, lo que puede obligar a los gobiernos a intervenir mediante subsidios o ajustes impositivos, lo que a su vez puede tener consecuencias sobre la inflación. En resumen, el aumento de los precios de la energía puede tener efectos en cascada en toda la economía, afectando tanto la producción como el consumo e incluso la política monetaria. Estos efectos pueden ser temporales o más duraderos, dependiendo de la naturaleza y duración de la inflación energética.

Aunque la transición hacia las energías renovables está en marcha, las industrias de combustibles fósiles siguen desempeñando un papel de liderazgo en la combinación energética mundial y deberían seguir satisfaciendo a sus accionistas durante varias décadas. Los precios del petróleo podrían oscilar entre 80 y 110 dólares por barril en los próximos años, impulsados ​​por la recuperación económica de China y la resiliencia de la economía estadounidense, todo ello exacerbado por las tensiones geopolíticas actuales. Este rango de precios, muy por encima de los costes de extracción, sólo puede beneficiar a los múltiplos de valoración del sector energético y de las empresas petroleras en su conjunto.

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