En una repentina escalada de tensiones políticas, la Casa Blanca ha reaccionado con dureza a los polémicos comentarios del expresidente Donald Trump sobre los votantes judíos estadounidenses. Los comentarios, considerados provocadores, provocaron una onda expansiva en el ya tenso panorama político de Estados Unidos.
Ayer, Trump dijo dos veces que los judíos estadounidenses serían una de las principales causas de su derrota electoral si más de ellos no votaban por él en noviembre. Esta afirmación desató inmediatamente la indignación de la administración Biden. El portavoz de la Casa Blanca, Andrew Bates, no se anduvo con rodeos en su respuesta: “Es despreciable difundir estereotipos peligrosos o buscar chivos expiatorios en cualquier momento, y más aún ahora, cuando todos los líderes tienen la obligación de abordar el trágico aumento del antisemitismo en todo el mundo”.
Bates continuó condenando lo que ve como un intento de división: “Dividir al país y enfrentar a las comunidades entre sí –por mezquindad, miedo y egoísmo– es lo opuesto a lo que el pueblo estadounidense merece”.
La respuesta de la Casa Blanca no se limitó a críticas. Bates quiso reafirmar el compromiso de la administración Biden de combatir el antisemitismo: “El presidente Joe Biden, la vicepresidenta Kamala Harris y toda la administración se están uniendo para garantizar que el odio no tenga refugio y están implementando la primera estrategia nacional para combatir el antisemitismo”. Este enfrentamiento se produce en un momento de tensiones agudizadas en Estados Unidos y en todo el mundo, donde el antisemitismo está experimentando un preocupante resurgimiento.
