Detrás de la batalla industrial, las cuestiones técnicas

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Los sistemas de combate aéreo de nueva generación no giran únicamente en torno a los aviones de combate tradicionales, sino que también incluyen una serie de sistemas remotos que deben garantizar una multitud de misiones, además de un verdadero “sistema nervioso” que permita comandar y realizar juntos el combate aéreo. Son herramientas cruciales para el combate multidominio. Por tanto, los avances técnicos y tácticos esperados son numerosos. En el sector de los efectores remotos se van revelando poco a poco.

lLa idea de utilizar drones para acompañar a los aviones de combate no es nueva, ya que se remonta a más de diez años, o incluso a la Guerra Fría. El abordaje de drones que sirven como señuelo ya se había experimentado en el B-52, con la misión de atraer a la defensa aérea rusa. El concepto se perfecciona aún más con la llegada del MALD (señuelo en miniatura lanzado desde el aire), que entra en servicio a partir de 2009 y toma la forma de un misil que puede ser lanzado desde aviones de combate, nuevamente para facilitar la penetración en densas defensas aéreas por parte de señuelo; antes de la aparición, en 2012, de MALD-J, que tiene funciones de interferencia. La guerra de Ucrania pudo validar el concepto: varios ataques con misiles SCALP y Storm Shadow fueron acompañados por la participación de MALD.

Evolución de las formas y funciones

La idea de tener un dispositivo acompañando al Rafale o capaz de operar en solitario se mencionó desde el inicio del programa de demostración de drones de combate Neuron, pero fue validada desde los primeros trabajos sobre el SCAF (Air Combat System); antes de que Australia desarrollara un MQ-28 Ghost Bat destinado a apoyar su F-35 y el Reino Unido hizo lo mismo con varios conceptos, nuevamente en apoyo del GCAP (Programa aéreo de combate global)(1). En el marco del NGAD (defensa aérea de nueva generación) estadounidense, también se plantea la cuestión de pasar a una lógica sistémica; y Rusia está considerando el uso de drones S-70 Okhotnik y Grom para acompañar a sus Su-57. En los diferentes casos, es interesante ver un consenso sobre los roles y funciones, pero también sobre la forma de estos sistemas de “compañeros leales”. Las funciones se pueden clasificar en cuatro categorías:

• asistencia a la penetración, mediante funciones de señuelo e interferencia, basada en una capacidad a bordo o remota para detectar, clasificar y atacar amenazas tierra-aire. Siguiendo esta lógica, los efectores tienen una función rayana en el uso, en su momento, de los EA-6B y otros EF-111, convirtiendo a los sistemas comprometidos en “paquetes de ataque” en sí mismos, replicando a menor escala la lógica de especialización de equipo;

• misiones de apoyo, normalmente reabastecimiento de combustible en vuelo. La idea es más específica de la Marina estadounidense, con sus MQ-25 cuyas misiones también se espera que evolucionen hacia el combate. Observamos que también en este caso se trata de replicar la lógica de los paquetes de huelga;

• Misiones ISR (Inteligencia, Vigilancia, Reconocimiento), que cobran especial importancia en la lógica de combate multidominio. Se trata, pues, tanto de informar a los sistemas de combate implicados como de alimentar, de forma más amplia y en tiempo real, la visión operativa común. En tal marco, obviamente comprendemos la importancia que desempeñan las nubes de combate y la cuestión absolutamente crucial de mantener la conectividad, sin la cual la focalización dinámica y en tiempo real es imposible;

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