Si realmente vivimos en una simulación, ¿cómo podemos escapar de ella?

Si realmente vivimos en una simulación, ¿cómo podemos escapar de ella?
Si realmente vivimos en una simulación, ¿cómo podemos escapar de ella?
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¿Vivimos en una simulación o no? Parece imposible responder con certeza y, en particular, demostrar que la respuesta es no. Por eso algunos científicos se esfuerzan por trabajar sobre la hipótesis según la cual nuestra existencia es puramente artificial. Entre ellos se encuentra Roman Yampolskiy, informático de la Universidad de Louisville (Estados Unidos), que se plantea una pregunta crucial transmitida por Popular Mechanics.

En un artículo detallado, este último se pregunta si, suponiendo que todos vivamos en una simulación gigantesca, podría haber una manera de escapar de ella. La idea ya fue abordada por las hermanas Wachowski en Matriz y sus consecuencias: se trata de intentar “Mira qué tan profundo llega la madriguera del conejo” – suponiendo que esto sea posible.

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Crea un error en Matrix

Para alimentar su argumento, Roman Yampolskiy utiliza ejemplos reales de hacking, cita videojuegos y multiplica divagaciones filosóficas sobre cómo podríamos intentar comunicarnos con los seres que supervisan la simulación en la que nos encontramos. Embellece sus pensamientos con planes de fuga teorizados por otros pensadores, que ya queremos tatuarnos en el pecho para interpretar a Michael Scofield cuando se presente la oportunidad.

Estos intelectuales proponen en particular intentar generar una “paradoja incalculable”, que consiste en intentar influir masivamente en la memoria de la simulación. En términos más prácticos, esto podría significar pedir a millones de personas que mediten simultáneamente y luego, de repente, volverse muy activos. La idea es literalmente crear un error en Matrix y ver adónde nos puede llevar.

Relativamente realista, el informático admite en su artículo que hay elementos que tienden a demostrar que es imposible escapar a una simulación de la que somos parte. Señala, por ejemplo, que ser consciente de la simulación en sí no parece tener ningún impacto en la propia existencia, del mismo modo que las religiones, todas las cuales dependen de un simulador externo, no tienen ningún efecto mensurable. Incluso el uso de máquinas increíblemente complejas capaces de producir resultados sorprendentes, como el Gran Colisionador de Hadrones, no parece tener impacto en ningún tipo de simulación.

Básicamente, también podemos preguntarnos si necesariamente existe interés en salir de la simulación. Ésta es toda la cuestión de la elección entre la pastilla roja y la pastilla azul que Morfeo (Laurence Fishburne) le presentó a Neo (Keanu Reeves) en casa de los Wachowski. Pero Roman Yampolskiy sostiene que el acceso a la realidad básica podría aumentar nuestra capacidad computacional y darnos acceso al conocimiento “real” en lugar de a la física simulada de nuestro universo conocido. Lo que todavía nos genera un poco de curiosidad.

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