Su brillante resplandor amarillo no se revela a cualquiera, o mejor dicho, bajo ninguna circunstancia. Primero secado al aire y luego cuidadosamente cortado en fragmentos de 1 mm de diámetro, el material original finalmente reveló sus finas inclusiones de color ámbar bajo la lupa de un microscopio de luz reflejada, con fluorescencia.
Los autores de un artículo publicado el 12 de noviembre de 2024 en la revista Antártida Science (Cambridge University Press) describen esta increíble resina de árbol fosilizada, identificada en un núcleo de sedimento tomado durante una expedición con el rompehielos de investigación Polarstern en 2017, mediante perforaciones realizadas para una profundidad de casi mil metros.
Con una ubicación exacta de 73.57 grados Sur, 107.09° Oeste, “Ámbar de la isla de los pinos”llamado así en referencia a la bahía de Pine Island en la desembocadura del mar de Amundsen donde se extrajo, constituye así el “El descubrimiento de ámbar más austral del mundo” – e incluso el primero de su tipo en la Antártida (comunicado de prensa del Instituto Alfred Wegener, Alemania).
Árboles que enfrentan ataques de insectos o incendios.
Los fragmentos de ámbar sacados a la superficie permiten reconstruir un paisaje del Cretácico, difícil de imaginar para quienes siempre hemos conocido un “continente blanco”: un entorno pantanoso, rico en coníferas, correspondiente a una selva tropical templada.
“Los fragmentos de ámbar analizados proporcionan información directa sobre las condiciones ambientales que prevalecían en la Antártida Occidental hace 90 millones de años”explica Johann P. Klages, primer autor del estudio (nota de prensa).
Este fascinante descubrimiento también indica con más detalle cómo el bosque que modelamos en nuestro estudio [Nature, 2020] podría haber funcionado.
En efecto, el tipo de resina en el origen de este ámbar parece corresponder a una estrategia utilizada por los árboles para sellar la corteza dañada por parásitos o incendios, formando así una “barrera química y física” protegiendo la planta de ataques de insectos e infecciones.
“Nuestro objetivo ahora es aprender más sobre elecosistema del bosque: si se quemó, si podemos encontrar rastros de vida incrustados en el ámbar. Este descubrimiento nos permite viajar al pasado de una manera aún más directa”.concluye el geólogo del Instituto.