de la necesidad de hacer un mercado

de la necesidad de hacer un mercado
de la necesidad de hacer un mercado
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Libro. En un momento en que los defensores de la democracia se preguntan sobre los medios para recuperar “los corazones y las mentes” de los perdedores de un sistema económico que los está aplastando, este ensayo del economista Anton Brender, Democracias versus capitalismo (Odile Jacob, 176 páginas, 18,90 euros), llega en el momento adecuado. Su tesis es simple: contrariamente a lo que afirman muchos de sus colegas, capitalismo y democracia no están intrínsecamente vinculados. Abandonado a su única lógica de acumulación de beneficios y mercantilización, el capitalismo aumenta las desigualdades, devasta el medio ambiente, en definitiva, no concede mucho valor a la vida humana y a los seres vivos en general. Pero, contrariamente a quienes afirman que, por tanto, es necesario destruirlo y pasar a otra cosa –por ejemplo, el decrecimiento–, el autor muestra que estos son los verdaderos motores del capitalismo –la innovación, el espíritu empresarial, la iniciativa individual– que permiten que la democracia florecer y sobrevivir.

La democracia se entiende aquí como el hecho de otorgar un precio alto e igual a todas las vidas humanas, y por tanto a las condiciones que permitan el acceso a una “buena vida” para todos: derecho, instituciones políticas y sociales (escuela, protección social, impuestos, justicia). Estas condiciones deben imponerse, mediante luchas políticas y sociales, al capitalismo. O mejor dicho, deben asignarse como objetivos a los capitalistas.

Devaluación de las existencias

El autor explica de manera muy simple y pedagógica esta dialéctica aparentemente paradójica, mostrando por ejemplo cómo el mercado no puede funcionar sin precios o sin crédito (al que llama “memoria de precios”), cómo esta memoria sólo puede existir si una institución pública garantiza su persistencia, y por qué esta institución debe ser democrática para garantizar la igualdad para todos en el mercado. Y es precisamente porque no tienen, o porque han destruido, estos motores del capitalismo, que la Rusia post-soviética o la China post-maoísta no han creado las instituciones democráticas que dan a la vida humana un precio alto e igual para todos.

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La crisis de la democracia en Occidente, por su parte, surgió del hecho de que desde finales de los años 1970 el capitalismo fue gradualmente abandonado a su suerte, en nombre de una mayor eficiencia… y en beneficio de una estrecha sociedad socio-social. minoría política. El capitalismo desenfrenado ha hecho estallar las desigualdades (dentro de las naciones y entre ellas), ha socavado las instituciones que garantizaban la redistribución y la protección social y ha abierto el camino a ideologías que, precisamente, no otorgan el mismo precio a todas las vidas. “Para retomar el camino que les había perseguido durante mucho tiempo, nuestras democracias no tienen otra opción: deben trazar una vez más el camino a través del derecho, de la acción del Estado y de una presión social cada vez más asertiva que el capitalismo les haga avanzar. » Porque, añade, “El capitalismo seguirá siendo útil para nosotros, siempre que sepamos adónde queremos ir”.

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