Consideradas por sus beneficios para la salud, las verduras son una parte integral de nuestra dieta. Pero algunos tienen efectos insospechados en el organismo.
Casi todas las plantas contienen toxinas. ¿Su objetivo? Mantenga alejados a los depredadores potenciales. Y entre ellos está el Hombre, que lo ingiere todos los días consumiendo vegetales. En la mayoría de los casos, estas toxinas están presentes en cantidades tan pequeñas que no constituyen un peligro real para la salud. Pero existen excepciones.
Como las verduras son fuentes importantes de agua, vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes, a menudo se recomienda comerlas “con moderación”. Pero la comida no es tan sencilla. En una entrevista con Marie Claire, la dietista y nutricionista Vanessa Bedjaï-Haddad critica el concepto de comer “a voluntad”: “Es una mala forma de abordar la comida. Conduce inevitablemente a un desequilibrio”. Al preferir las verduras, el consumidor puede tender a olvidar la ingesta de alimentos ricos en almidón o proteínas, necesarios para el buen funcionamiento del cuerpo humano.
Si se ingieren en cantidades demasiado grandes, las verduras pueden provocar hinchazón y dolor intestinal. El azufre, presente en muchos alimentos como la col, la coliflor, las coles de Bruselas y el Pakchoi, es la principal causa. Si bien contribuye a la buena salud ósea, al favorecer la absorción de calcio, magnesio y fósforo, puede tener efectos deletéreos sobre el sistema digestivo.
El ruibarbo sigue siendo el ejemplo más evidente de la presencia de toxinas en las verduras. Su hoja se compone de dos partes diferenciadas: el tallo, llamado pecíolo, y el limbo, la parte principal y agrandada de la hoja. El pecíolo se puede comer sin miedo después de cocinarlo, pero la hoja es extremadamente tóxica. Rica en ácido oxálico, puede provocar dolores de estómago, vómitos, cálculos renales y, en el peor de los casos… la muerte.
El ácido oxálico también se encuentra en las espinacas, la remolacha y la acedera. Para las personas que padecen cálculos renales, los médicos recomiendan evitar este tipo de verduras. Por el contrario, estos alimentos están más bien recomendados para personas sanas, cuyo riesgo de intoxicación es muy raro: habría que ingerir tres kilos de espinacas para sentir los efectos de las toxinas.
El peligro es mayor cuando se trata de semillas de frijol rojo crudas. Estos últimos concentran altos niveles de fitohemaglutinina, una toxina que provoca náuseas, vómitos y diarrea. Algunas personas los ingieren sin saberlo, pensando que se trata de frijoles ya cocidos. Pero el riesgo es grande: cinco semillas son suficientes para enviar al consumidor al hospital.