En Kamituga, los “pecados” que están en el origen de la epidemia de mpox en la República Democrática del Congo

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Hoy en día, unos 300.000 residentes registrados, el doble según estimaciones locales, circulan por las concurridas calles del centro de la ciudad.

Los edificios heredados de la época colonial han desaparecido bajo una capa de polvo y una amalgama de edificios de cachivaches. Oficinas de compra de oro, equipos de lavado de oro y, sobre todo, discotecas y bares para “ambientarse”, después de un duro día de trabajo en las minas.

“Cuando hablamos del ambiente en casa, hablamos de mujeres, prostitutas y alcohol”, explica Bitama. “Yo me acostaba con prostitutas, así, sin control, sin protección”.

– Discotecas –

Glody MURHABAZI

A partir de ahora, los días se le hacen largos a Bitama en el centro de aislamiento para pacientes con mpox construido en el hospital de Kamituga, un complejo de ladrillos verdes y un raro espacio al margen de la anarquía del centro de la ciudad.

Alrededor del “20% de nuestros pacientes están contaminados por transmisión sexual y los preservativos no protegen”, explica el doctor Dally Muamba Kambaji, de la ONG Alima.

Los médicos del hospital local fueron los primeros en afrontar el resurgimiento de mpox a partir de septiembre de 2023.

“Notamos lesiones dermatológicas inusuales en el gerente de una discoteca”, recuerda el doctor James Wakilonga Zanguilwa.

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Glody MURHABAZI

“Cuando notamos que algunas mujeres libres del mismo club comenzaron a desarrollar lesiones similares, dimos la alarma”, continúa.

Desde entonces, la discoteca “Mambegeti” cerró sus puertas pero dejó su nombre a la enfermedad. En Kamituga, las prostitutas fueron el principal vector de propagación de “Mambegeti”, el apodo local de mpox.

“Mujeres libres” deambulan por calles y bares. Tienen sus propios barrios dedicados e incluso una “asociación”. Sus miembros, procedentes de toda la región o de países vecinos, se reúnen en un bar situado en el piso superior de una casa de madera, al final de un laberinto de callejuelas.

Llamado “El rincón de los Reyes Magos”, el establecimiento acoge a mineros de oro, a comerciantes e incluso a un agente de los servicios secretos congoleños que sigue sus idas y venidas.

– Proxenetismo –

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Son una decena de ellos sentados en sofás destartalados, alrededor de una mesa llena de cervezas tibias.

Con peluca rubia bajo un pañuelo, maquillaje generoso, pestañas postizas y grandes pendientes dorados, Nicole Mubukwa no duda en hablar ante la cámara, en una región donde la prostitución se considera, sin embargo, un tabú.

Un poco de publicidad no viene mal, en opinión del interesado. Porque el mpox ralentizó la actividad.

“Desde la aparición de esta enfermedad, los clientes se han vuelto escasos”, lamenta Nicole.

“Me contagié sin saberlo y fue difícil para mí, porque no podía acostarme con un hombre”, recuerda Alice, otra miembro de la “asociación”.

Según ellos, muchas mujeres infectadas no dicen nada sobre su condición para evitar una pérdida de ingresos: “Es lo mismo que con el SIDA, todo el mundo se esconde”, afirma.

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Alice gana entre 3.000 y 10.000 francos congoleños (entre 1 y 3,5 dólares aproximadamente) con cada pase. Dice que viene de Bukavu, la capital provincial, donde los salarios son más bajos. Y afirma haber llegado por voluntad propia, bajo la atenta e incómoda mirada de la madre de la señora, sentada cerca.

Pero en el hospital de Kamituga, otra prostituta, que desea permanecer en el anonimato, dice que las redes de proxenetismo atrapan a algunas mujeres jóvenes prometiéndoles un trabajo como camarera en la ciudad y un viaje gratis, antes de exigirles que les reembolsen el dinero del transporte.

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A pesar del lamentable estado de la carretera nacional 2 que une Kamituga con la capital provincial, Bukavu, a 180 kilómetros de distancia, el ir y venir de la población ha extendido el virus por toda la provincia de Kivu del Sur, que se ha convertido en el epicentro de la epidemia.

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