El 6 de enero de 2021 asistí distraídamente a la cobertura reservada a la certificación de los resultados de las elecciones de 2020. Luego, como probablemente muchos de ustedes, quedé atónito ante el triste espectáculo ofrecido por los partidarios de Donald Trump.
Ya sabes lo que pasó después: muertes, numerosos heridos, saqueos y presencia de grupos de extrema derecha.
Siguieron más de mil cargos por actos criminales, con condenas, la más severa por conspiración sediciosa. Posteriormente, Donald Trump sería acusado y la mayoría de los observadores, incluido yo mismo, creíamos que tendría dificultades para recuperarse del episodio.
¿Democracia, dices? ¡Puaj!
La carrera política del padrino de Mar-a-Lago debería haber terminado con esta nota y se esperaba que pagara el precio por sus acciones.
Estaba en otro universo; un mundo en el que la democracia no estuviera socavada, la paciencia de los votantes aún pudiera explotarse y los multimillonarios no fueran tan abiertos respecto de su deseo de controlar el poder político.
Esto fue antes de que las cámaras de resonancia de las redes sociales fueran la principal fuente de información y los demócratas perdieran la capacidad de hablar con una gama más amplia de estadounidenses.
Conozco pocos acontecimientos más inquietantes en la historia de Estados Unidos. Los ciudadanos del “faro de la democracia en el mundo” no consideraron oportuno sancionar acciones contra las cuales los jueces de los múltiples tribunales implicados tuvieron palabras muy duras.
Todavía me sorprende el hecho de que cualquiera pueda pensar que el gabinete más rico de la historia está, ante todo, sinceramente decidido a corregir los numerosos problemas que aquejan a la clase media y a los pobres.
Elon Musk, el hombre más rico del mundo, ya ni siquiera lo oculta, se asocia con la extrema derecha y acampa en Mar-a-Lago desde la victoria de Trump.
Los nuevos “patriotas”
Entre las muchas promesas de Donald Trump se encuentra la de conceder un perdón presidencial a los atacantes del 6 de enero de 2021 en su primer día en el cargo.
La mera mención de estas gracias debería suscitar la indignación de todos. Igualmente impactante es el vocabulario utilizado para describir a estos criminales. ¡Ahora son presos políticos y/o patriotas! ¡Nada menos!
La jornada de hoy se desarrollará de manera muy diferente al 6 de enero de 2021. Destacará por su normalidad, su banalidad. Como debería ser.
A pesar de una amarga derrota y numerosos errores estratégicos, los demócratas se doblegarán ante los resultados. Kamala Harris, candidata derrotada, presidirá la certificación. Incluso si suponemos que se vio socavado por un final lento de su carrera, Joe Biden ya se mostró elegante en la derrota.
El juego democrático se basa en la aceptación de la derrota, en la confianza de todos en la integridad del proceso. Esta confianza podría tardar mucho en recuperarse y no cuentan con la nueva administración para reconstruirla.