El maestro español elige a Tilda Swinton y Julianne Moore para la que podría ser la gran película de Hollywood de su vida.
En su primer largometraje en inglés, Pedro Almodóvar nos cuenta la historia de una mujer que sabe que va a morir de cáncer y decide acabar con su vida aunque la ley se lo prohíbe. Una película cuyo tema aparente sería, por tanto, la eutanasia, y cuya historia muestra hasta qué punto la legislación estadounidense la condena sin piedad.
También hay una historia de amistad. La mujer en cuestión, la fotógrafa de guerra Martha (Tilda Swinton), le pide a Ingrid (Julianne Moore), famosa novelista y su más antigua amiga, que la acompañe a la casa de campo que ha alquilado y que duerma en la habitación contigua a la de él. Si al levantarse por la mañana, Ingrid ve que la puerta está cerrada, es porque Marta ha tomado medidas. Melodrama (la muerte que se acerca), película de amor (la profunda amistad entre las dos mujeres), película de detectives, cuento de hadas (el frasco de veneno)… Esta es una historia muy compleja.
En la primera parte todo transcurre en Nueva York. Almodóvar trasladó allí su pequeño teatro con coloridos decorados y vestuario. Su humor también (Swinton felicita a un librero rubio por su corte de pelo). Hablamos de Virginia Woolf, Faulkner, Hemingway y sobre todo James Joyce (Los muertos, incluyendo la adaptación de John Huston, Pueblo de Dublín, se cita detalladamente en la película).
Como en muchos melos de Douglas Sirk, Vincente Minnelli o Leo McCarey, vivimos en un mundo opulento y culto. Y luego las dos mujeres se van al campo y se encuentran solas. La habitación de al lado luego se vuelve preocupante. Porque, como La hija eterna de Joanna Hogg (en la que pensamos en varias ocasiones), es una película sobre fantasmas, muertos que no están muertos, fantasmas (la hija de Martha, que siempre odió a su madre). Almodóvar –que decimos que rueda actualmente, a sus 75 años, la película hollywoodiense de su vida, hacia la que tiende todo su cine desde hace décadas– nos adentra de nuevo en su universo romántico, en juegos de espejos, reflejos ambiguos en las ventanas, que bien podrían llamarse recuerdos o mentiras. Truffaut dijo que Hitchcock filmó “escenas de amor como escenas de asesinato y escenas de asesinato como escenas de amor”. Lo mismo para Almodóvar.
En varias ocasiones, un sutil efecto escénico pero obviamente intencionado por su autor, los espectadores se preguntan si Martha no estará llevando a Ingrid a una trampa, manipulándola. Almodóvar roza tanto el melodrama más cliché como la más pura abstracción, al más alto nivel del cine, a la “gran forma”, la que muestra sin mostrar lo que trabaja en nuestro inconsciente: detrás de la historia y de las imágenes que vemos se despliega todo un mundo. de fantasías, no necesariamente agradables, que cruzan el puente y se acercan a nosotros, amenazantes. Maestro.
La habitación de al lado de Pedro Almodóvar, con Tilda Swinton, Julianne Moore, John Turturro (Esp., É.-U., 2024, 1 h 47). En el salón el 8 de enero.