¿Recuerdas este vídeo de un autobús en Montreal después de una tormenta de hielo? Bajaba una colina a cámara lenta, sin que sus frenos pudieran evitar el accidente al que inexorablemente tendía.
Esta es la imagen que me vino a la mente cuando vi el caos político provocado por Justin Trudeau al final de su mandato.
Un plan que se descarriló
Ya en septiembre, en estas páginas, predije que Trudeau podría utilizar la prórroga, antes de su dimisión. Éste sigue siendo el destino más probable.
Se acabó el tiempo de Trudeau y una importante fuente liberal me informó que el partido gobernante ya había encontrado su reemplazo: el ex gobernador del Banco de Canadá y del Banco de Inglaterra, Mark Carney.
Pero en lugar de ceder silenciosamente su lugar para darle a su partido una oportunidad contra Poilievre, Trudeau decidió, desesperado, intentar un último gran espectáculo.
El viernes llamó a su colaboradora más cercana y viceprimera ministra, Chrystia Freeland, para informarle que la sustituiría por Carney y que ella sería en adelante responsable de las relaciones con Estados Unidos.
El excesivo orgullo de Trudeau es tal que pensó que haría que uno de los políticos más inteligentes de su generación se tragara esta serpiente.
Incluso supuestamente le dijo que perdería su puesto como Ministra de Finanzas al día siguiente de presentar su informe económico. Demasiado, fue demasiado.
En una carta letal, Freeland se burló de los “trucos” de Trudeau.
La historia no dice (todavía) qué pasó entre esa fatídica llamada de Trudeau el viernes y la rotunda renuncia de Freeland el lunes por la mañana.
Lo que sí sabemos es que Freeland y Carney son muy cercanos (él es incluso el padrino de uno de los hijos de Freeland).
Conozco bien a Mark Carney y es excepcionalmente sencillo. Mi hipótesis es que una vez que se enteró de las travesuras de Trudeau con respecto a Freeland, se dio por vencido.
En lugar de dejar su lugar con dignidad, Trudeau sin duda esperaba utilizar la experiencia y los conocimientos excepcionales de Carney para mejorar su propia imagen. No le importaban los demás.
Carney habría tenido demasiada integridad para involucrarse en esto.
El nuevo Ministro de Finanzas, Dominic LeBlanc, no sabe absolutamente nada de finanzas, lo que lo convierte en la elección perfecta para Trudeau. ¡Fue el propio LeBlanc quien anunció el miércoles por la noche que Carney había terminado! Que mierda.
Salida inevitable
Los ministros de Trudeau ya no lo quieren y alrededor de cuarenta de sus adjuntos firmaron una carta exigiendo su salida.
Justin Trudeau todavía tiene la prerrogativa de acudir a su Gobernadora General y (siempre que se lo pregunte en inglés) solicitar elecciones anticipadas, pero eso sería suicida para el Partido Liberal de Canadá.
Las máscaras han caído. A Trudeau le gustaba hacerse pasar por feminista, pero destruyó en serie a mujeres fuertes en su gabinete; Freeland es sólo el último ejemplo de la lista.
Por el bien del país y de su partido, finalmente debe marcharse.