La diplomacia argelina convocó al embajador de Francia en Argelia, Stéphane Romatet, en un contexto de escalada de tensiones bilaterales. Según una fuente cercana a la presidencia argelina, el Ministerio de Asuntos Exteriores protestó contra lo que califica de « acciones hostiles » repetidos ataques de los servicios de inteligencia franceses, dirigidos a instituciones estatales argelinas.
Durante esta tensa reunión diplomática, funcionarios argelinos presentaron supuestas pruebas que implicaban a los servicios franceses en actividades desestabilizadoras. Entre las acusaciones formuladas se encuentran “intentos de contrabando de armas y municiones a Argelia” así como “esfuerzos para reclutar ex extremistas para operaciones contra la seguridad nacional”. Esta nueva denuncia forma parte de una serie de agravios acumulados en los últimos meses, que ilustran una creciente brecha diplomática entre Argel y París.
Estas acusaciones se enmarcan en un clima diplomático ya tenso desde que Francia reconoció oficialmente la soberanía de Marruecos sobre sus provincias del sur. El pasado mes de julio, París anunció esta posición histórica, reafirmada en octubre por el presidente Emmanuel Macron durante una visita a Marruecos. Esta declaración fue entonces percibida por Argel como una afrenta directa, siendo el régimen argelino el principal apoyo del Frente Polisario, grupo separatista que lucha por la independencia del Sáhara Occidental.
En respuesta, Argel llamó a su embajador en París y amenazó con imponer sanciones económicas contra Francia, una medida que tendría importantes consecuencias para el comercio bilateral. Esta estrategia, repetida a menudo por Argelia, ilustra una postura de desconfianza hacia los Estados que apoyan públicamente a Marruecos en la cuestión del Sáhara.
Esta última crisis con Francia recuerda a otros episodios similares. En 2022, Argelia adoptó una actitud similar hacia España, tras el apoyo oficial de Madrid al plan de autonomía propuesto por Marruecos para el Sáhara. Esta reacción provocó la suspensión de un tratado de amistad de veinte años y una serie de restricciones comerciales impuestas a la economía española.
A lo largo de los años, el régimen argelino ha aumentado las medidas coercitivas contra los países que apoyan la posición marroquí sobre el Sáhara, acentuando su aislamiento diplomático. Argelia, que financia, arma y acoge al Frente Polisario, se ha opuesto periódicamente al proceso político liderado por las Naciones Unidas. Al negarse a asumir su papel de actor en este conflicto, Argel ha obstaculizado los esfuerzos internacionales destinados a encontrar una solución duradera.
La memoria de las tensiones poscoloniales
Más allá de las disputas contemporáneas, las relaciones entre Argel y París siguen marcadas por una historia poscolonial compleja y a menudo conflictiva. Las heridas dejadas por la guerra de Argelia siguen pesando sobre las percepciones mutuas, alimentando una relación ambigua que oscila entre la colaboración económica y la desconfianza política. Declaraciones y acusaciones recientes ilustran cuán frágil sigue siendo esta dinámica, a merced de peligros geopolíticos.
La convocatoria del embajador francés podría representar un intento de Argel de reforzar su postura frente a París. Sin embargo, también podría conducir a un mayor deterioro de las relaciones bilaterales. Mientras Francia apuesta por un acercamiento estratégico con Marruecos, Argelia parece estar buscando nuevos aliados para contrarrestar esta dinámica.
El futuro de las relaciones entre Argel y París dependerá sin duda de su capacidad para superar estos repetidos desacuerdos. Tal como está, la crisis actual confirma que la atormentada historia entre estas dos naciones sigue siendo un obstáculo importante para una relación pacífica y constructiva.