Bashar Al-Assad atrapado por su intransigencia y el colapso de su régimen

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Combatientes rebeldes queman un cartel propagandístico de Bashar Al-Assad, en Alepo (Siria), el 29 de noviembre de 2024. GHAITH ALSAYED/AP

En 2015, en pleno avance rebelde en Siria, Bashar Al-Assad, consciente de la debilidad de su ejército, abandonó territorios considerados secundarios, como Idlib, para consolidar mejor su control sobre zonas más estratégicas. Luego, una línea de frente dividió la ciudad de Alepo en dos, entre el sector leal en el oeste y la parte rebelde en el este.

Nueve años después, el escenario se repite. El ejército y sus aliados iraníes y el Hezbolá libanés no ofrecieron resistencia a la entrada de una coalición insurgente en Alepo el viernes. Dominada por los islamistas radicales de Hayat Tahrir Al-Sham (HTC), la antigua rama de Al Qaeda en Siria, esta alianza tomó el control de la gran ciudad del norte de Siria, tras una ofensiva relámpago. Las tropas pro-régimen se retiraron a la región fronteriza con Hama, dejando a sus fuerzas aéreas y a las de Rusia, otro protector de Damasco, castigar a los atacantes bombardeando Idlib y Alepo.

Los combatientes insurgentes, que cuentan con el aparente apoyo turco, han aprovechado el momento: el campo proiraní está debilitado por los golpes que le propinó Israel, en Gaza, el Líbano y Siria. Rusia, ocupada por su guerra en Ucrania, ya no tiene los mismos recursos financieros y humanos que a mediados de la década de 2010, cuando desplegó sus MiG en la base de Hmeimim, en la costa siria. Para complicar la situación geopolítica, la rebelión, que incluye facciones a sueldo de Ankara, tomó el domingo Tall Rifaat, una localidad bajo control kurdo, cerca de la frontera turca. Las fuerzas kurdas han anunciado que quieren evacuar a los civiles kurdos de Alepo.

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Bashar Al-Assad, que sigue siendo un paria a los ojos de los occidentales en nombre, según dicen, de la sangrienta represión que ha llevado a cabo contra su pueblo, logró salvar su puesto gracias a la intervención de sus poderosos aliados rusos e iraníes. Pero nunca pudo reconquistar todo el territorio sirio, el noreste y sus pozos de petróleo quedaron en manos de los kurdos y el noroeste bajo control del antirégimen. Se convirtió en rey de un país fragmentado y sin sangre, privado de recursos, incapaz de reconstruirse y recuperarse.

Embargo económico de facto

Tras la reconquista de los principales bastiones rebeldes (Alepo, Ghouta y Daraa), finalizada en 2018, era necesario agradecer a los jefes de las milicias y a los empresarios que habían contribuido a salvar el régimen. La corrupción endémica nunca ha cesado. Las sanciones, impuestas al inicio de la represión del levantamiento de 2011, se endurecieron en 2020, con la adopción en Estados Unidos, durante la primera presidencia de Trump, de la ley “César”. Este texto, que lleva el nombre en clave de un fotógrafo de la policía militar siria que publicó decenas de miles de fotografías de los cadáveres de prisioneros que murieron de hambre o tortura, colocó a Siria bajo un embargo económico de facto.

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