Personas que anteriormente salían gratis
Vigilancia electrónica, ¿una solución para aliviar el hacinamiento en los establecimientos penitenciarios superpoblados? En realidad no, dice Manuel Lambert, asesor jurídico de la Liga de Derechos Humanos (LDH): “Estas medidas alternativas no reemplazan la prisión, sino que la complementan”. Lo que definimos, en la jerga, como una extensión de la red penitenciaria. “Vamos a poner pulseras electrónicas a personas que antes salían gratis”.
Este sistema, a menudo visto como una alternativa flexible al encarcelamiento en persona, está cada vez más movilizado. Pero ¿qué sabemos de las consecuencias que tiene para los presos que lo llevan pegado al tobillo?
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Rompiendo ideas preconcebidas
En el marco de las Jornadas Nacionales de Prisión, organizadas del 14 al 24 de noviembre, el servicio de asistencia jurídica Rizome colocó, en cuatro lugares emblemáticos de la Región de Bruselas (en el juzgado, en el Parlamento de Bruselas, en MuntPunt y en la Casa de la cultura de Saint-Gilles), terminales de audio que transmiten testimonios de ex presos sometidos a pulseras al salir de prisión. El objetivo de Rizome, al que está asociada la LDH: deconstruir los estereotipos que se adhieren a este sistema de vigilancia.
La pulsera electrónica “.es un aislamiento de otro tipo pero un aislamiento al fin y al cabo”, “Estrés permanente porque hay que respetar los horarios al pie de la letra”“un perímetro muy limitado, incluso dentro de tu casa.
Para el servicio Rizome, es necesario hacer escuchar estas experiencias para disipar ideas preconcebidas sobre este sistema, que a menudo se percibe como un privilegio.
Un dispositivo que dificulta la reintegración
Pero el brazalete electrónico, utilizado como parte de una salida anticipada de prisión, ralentiza y dificulta la reintegración. “Salir de la cárcel ya es, en sí mismo, un paso peligroso y complejo: hay que construir un nuevo proyecto, encontrar una vivienda, una formación, un trabajo, etc. La pulsera electrónica complicará todo esto: a veces es rechazada en determinados centros, en ciertas adaptaciones”ilustra Jean Vander Wee, director de proyectos de Rizome-Bxl.
“¿Cómo quieres vivir en arresto domiciliario con 625 euros al mes? ¡Es un incentivo para la delincuencia!”
La salida de prisión representa también una avalancha de trámites administrativos que gestionar (nueva emisión del documento de identidad, alta en la mutua, etc.) que no están previstos durante la detención. Las personas bajo brazalete que todavía están inscritas en la lista penitenciaria y que no tienen ingresos sólo pueden reclamar, fuera de ella, un “subsidio de preso” (650 euros para personas aisladas; 450 euros para convivientes), muy inferior al umbral de pobreza, añade Rizome. Esto no permite que las personas vivan en condiciones dignas ni se reintegren. “¿Por qué sistematizar esta primera forma de castigo, conociendo la precariedad que supone salir de prisión para las personas y sus familiares?“, pregunta el servicio de atención a reclusos.