Carlos Tavares, ex director ejecutivo de Stellantis, dejó su cargo tras desacuerdos con la junta directiva. Considerado una figura emblemática de la industria automotriz, deja un legado mixto. La medida marca una importante reestructuración para un grupo automovilístico. bajo presión en un sector que cambia rápidamente.
El shock de Tavares: un comienzo tenso
Cuando Carlos Tavares anunció su dimisión el 1 de diciembre, todo el microcosmos automovilístico se congeló. ¿Cómo pudo uno de los ejecutivos más influyentes de la industria, a menudo visto como un estratega visionario, dejar a Stellantis, uno de los fabricantes más grandes del mundo, en una nota tan discordante? En una entrevista con el diario portugués Expresso, Tavares calificó su salida como una decisión “amistosamente” tomada con John Elkann, presidente de la junta directiva de Stellantis. Pero detrás de escena se cuenta una historia más compleja. Fuentes anónimas cercanas al asunto evocan tensiones sobre los objetivos fijados por Tavares, considerados poco realistas por algunos miembros del consejo.
El ex director general, aunque acostumbrado a navegar en la tormenta, habló de la necesidad de preservar el alineamiento estratégico dentro de la empresa. “Una empresa que emplea a 250.000 personas y vende 15 marcas en todo el mundo no puede operar con desacuerdos en su cabeza”confió. Esta afirmación suena como una admisión: para Tavares, era mejor irse que arriesgarse a una fractura interna. Y si algunos lo ven como un gesto noble, otros lo detectan como una admisión de fracaso ante una junta directiva cuyas prioridades parecían cada vez más divergentes.
Una herencia contrastante
Bajo el liderazgo de Carlos Tavares, Stellantis ha ido a menudo contracorriente. Fusión de PSA y FCA, electrificación, racionalización de costes: no faltan los éxitos. Pero detrás de estas cifras halagadoras se esconde una realidad más amarga, especialmente en América del Norte. En septiembre, una importante caída de las ventas en este mercado obligó a Stellantis a revisar sus previsiones para 2024.generando una señal de alarma. Para muchos comerciantes y expertos, la estrategia de Tavares, a veces considerada demasiado rígida, acabó excluyendo a Stellantis de segmentos clave, tanto en Estados Unidos como en Europa. Los críticos también señalan una comunicación a veces desconectada. Tavares, aunque admirado por su pragmatismo, no siempre ha podido tranquilizar a una red de comerciantes a menudo indefensos ante las transformaciones impuestas.
En su entrevista, describió el estado actual de la industria como una era “Darviniano”donde sólo sobreviven los más adaptables. Una fuerte metáfora, que refleja el enfoque combativo del líder. “Cuando nos enfrentamos a una tormenta, gobernamos el barco según las olas. Discutir no conduce a nada”. La marcha de Carlos Tavares deja a Stellantis en una situación delicada. Con 15 marcas bajo su protección, el fabricante debe hacer malabares con la electrificación, la competitividad y las expectativas de los inversores. John Elkann, ahora en primera línea, tendrá que guiar un comité ejecutivo interino hasta el nombramiento de un nuevo director general en 2025. Pero este período de transición corre el riesgo de exacerbar las tensiones internas. En un sector donde cada paso en falso puede ser fatal, Stellantis tendrá que demostrar que puede recuperarse. En cuanto a Carlos Tavares, sale del escenario con el garbo de un capitán que prefiere abandonar el barco antes que navegar contra la corriente de sus convicciones.