Agobiado por los desafíos industriales y las cuestiones medioambientales, el fabricante de dirigibles de carga Flying Whales aspira, sin embargo, a realizar un primer vuelo en 2027, con varios años de retraso, asegurando que este proyecto franco-canadiense permitirá “descarbonizar el transporte” de cargas pesadas. .
Un calendario anterior preveía un primer modelo en 2023, seguido de un vuelo inaugural “principios de 2024” del LCA60T, un dirigible rígido de 200 metros de largo y una capacidad de 60 toneladas.
Pero este calendario se ha alargado, entre la dificultad de recrear un sector industrial para estos aviones obsoletos y las limitaciones medioambientales que retrasan la construcción de una fábrica de montaje en Gironda.
“Nuestro objetivo es descarbonizar el transporte y abrir zonas aisladas”, dijo a la AFP Vincent Guibout, director general de la joven empresa de 250 empleados.
En un mercado disputado por la estadounidense LTA Research o la británica HAV, Flying Whales apunta a zonas montañosas o forestales, donde su dispositivo podría cargar y descargar en vuelo estacionario, sin instalaciones terrestres. La Oficina Nacional Forestal (ONF) es un socio del proyecto.
Según el fabricante, el LCA60T debería permitir, por ejemplo, un ahorro de emisiones de carbono de alrededor del 70% en el transporte de una pala de aerogenerador en comparación con el transporte por carretera.
De una financiación total de 450 millones de euros, Flying Whales ya ha recaudado 230 millones de euros entre recaudación de fondos y financiación pública, en particular del Estado francés, de la región de Nueva Aquitania o de Quebec, a la espera del capital australiano en 2025.
“Movilidad suave”
Lanzado en 2017, el desarrollo continúa con la construcción de piezas para ensamblar y probar. Se capacitaron cuatro pilotos de pruebas. “Tenemos todos los elementos”, asegura Vincent Guibout.
El avión dispondrá de una especie de “baúl” para bombear agua y lastrar el avión a medida que deja caer su carga. Un punto crucial debido a la transferencia de masa… pero “tecnologías ultraclásicas”, ya utilizadas en los cabrestantes o en la energía nuclear, responde el gerente.
La elección del helio, un gas inerte, garantiza una mayor seguridad que el hidrógeno, que es inflamable. Cuesta más: unos 6 millones de euros por dispositivo, sin contar las pérdidas, frente a los 100.000 euros. Flying Whales destaca la presencia de Air Liquide en su capital para “asegurar el suministro de helio”.
Otro desafío es la cuestión de la vulnerabilidad al viento y a las inclemencias del tiempo de esta gran estructura de 180.000 m3 que puede volar a 100 km/h a lo largo de 1.000 km. “Un enorme progreso tecnológico debería permitir fabricar dirigibles mucho mejores que hace 100 años”, estima Olivier Doaré, profesor-investigador de mecánica de la Escuela Nacional de Técnicas Avanzadas (ENSTA), describiendo no obstante un mercado “de nicho, interesante pero no en todos los usos.
Carlos López de la Osa, experto en aviación sostenible de la ONG Transport & Environment (T&E), la ve como una “movilidad blanda”, “una alternativa al barco o la carretera”.
El saber hacer desapareció
Queda por reconstruir una cadena de suministro: tras la catástrofe de Hindenburg en 1937 en Estados Unidos, “el know-how desapareció en 1945”, subraya Nicolas Caeymaex, ex director operativo de un proyecto competidor llamado Flywin, que finalmente fue abandonado.
Y queda por obtener la certificación de las autoridades aéreas, que a veces se muestran cautelosas ante las “disrupciones tecnológicas”, recuerda. “Flying Whales está evolucionando de manera favorable, pero el riesgo sigue siendo grande”.
“Estamos creando un nuevo sector aeronáutico”, una “revolución tecnológica”, cree Alain Rousset, presidente (PS) de la región de Nouvelle-Aquitaine. “Estamos por delante”, como para el Ariane o el Airbus A380, coincide Vincent Guibout, que prevé su comercialización entre 2028 y 2029, a un precio de catálogo de “unas pocas decenas de millones de euros”.
Por ahora, el proyecto se enfrenta a una dificultad más mundana: los retrasos en la construcción de la fábrica de Laruscade (Gironda), con 300 puestos de trabajo en juego. En 2023 y luego en 2024, la Autoridad Ambiental emitió opiniones consultivas desfavorables, la última debido a “la importancia del daño a los ambientes naturales y a las especies protegidas”.
El grupo ecologista del consejo regional denunció “la destrucción de 75 hectáreas de hábitats naturales”. Pero el ejecutivo evoca una simple “sospecha” sobre la presencia del visón europeo e insiste en la necesidad de desarrollar económicamente el norte de Gironda, temiendo un retraso “perjudicial” en caso de cambio de sitio. “Reindustrializar significa hacer concesiones”, añade Vincent Guibout.