El contraste es sorprendente. Donald Trump quiere promover el Made in America reduciendo los impuestos a las empresas que producen en Estados Unidos del 21% al 15% y aumentando los derechos de aduana sobre las importaciones. Beijing apoya el Made in China subsidiando a algunos de sus defensores. Berlín promueve la calidad del Made in Germany… Todos defienden los intereses de sus empresas… excepto Francia.
Para completar su presupuesto de 2025, el gobierno pretende imponer recargos a las empresas durante dos años, centrándose en aquellas que tienen más actividades, fábricas, empleados y, por tanto, mayores beneficios en Francia. El objetivo es obtener 8.000 millones de euros de ingresos el año que viene y otros 4.000 millones el año siguiente.
451 actores afectados
En concreto, el proyecto de ley de finanzas prevé aumentar en 2025 el tipo del impuesto de sociedades del 25% al 30,15% para las empresas con un volumen de negocios en Francia de entre 1.000 y 3.000 millones de euros. Esta tasa se eleva al 35,3% para las empresas que generan más de 3.000 millones de euros de actividades en Francia. Este recargo, que tiene un carácter temporal, se seguirá aplicando en 2026 con un tipo reducido al 27,65% en el primer caso y al 30,15% en el segundo. El periódico “Les Échos” identificó las empresas que se verán más afectadas y estimó el impacto de tal medida en 2025.
Este impuesto adicional afectará, entre los 451 actores afectados, en particular a los sectores del lujo (hasta 750 millones de euros para LVMH y 300 millones para Hermès), la aeronáutica (330 millones para Safran y 300 millones para Airbus), la energía (500 millones para EDF , 150 millones para Engie), construcción (400 millones para Vinci, 158 millones para Eiffage, 110 millones para Bouygues) o incluso el banco (400 millones para Crédit Mutuel, 200 millones para Crédit Agricole). Por el contrario, los grandes grupos franceses que obtienen poco volumen de negocios y, por tanto, pocos beneficios en Francia, como TotalEnergies, se ven menos afectados por este recargo.
Un hallazgo alarmante
Es obvio que semejante elección política plantea interrogantes. En primer lugar porque, si el Gobierno habla de un recargo temporal durante dos años, ya ha ocurrido que un impuesto temporal dura. Creada en 1996, la contribución para el pago de la deuda social (CRDS) estaba prevista para trece años. ¡Pero durará al menos treinta y siete años! Este impuesto con un tipo del 0,5%, que grava la mayor parte de la renta personal, tenía como objetivo, como su nombre indica, absorber la deuda de la Seguridad Social. Ahora se utiliza para cubrir nuestra deuda de Covid, al menos hasta 2033, o incluso 2042, aseguran las autoridades públicas.
El resto después de este anuncio.
Por tanto, esta decisión no anima a las empresas a invertir en Francia y desarrollarse allí. El hallazgo es, sin embargo, alarmante. Entre 1995 y 2015, casi la mitad de las fábricas y un tercio de los empleos industriales desaparecieron en todo el país. Durante un período más largo, el mismo análisis. La participación del sector manufacturero en el PIB francés cayó del 23% en 1970 al 10% en 2021. Desde entonces, una reactivación nacional había generado esperanza. La reindustrialización estaba en marcha. No se llevará a cabo.
El Cac 40 cayó 9% mientras Wall Street saltó 10%
Mañana, una fiscalidad más estricta para las empresas presentes en Francia fomentará las deslocalizaciones. Alentará a los directivos a buscar fuentes de crecimiento más rentables a nivel internacional. Los inversores financieros no esperaron. Comenzaron a salir de Francia. Tras la elección de Donald Trump el 5 de noviembre y la perspectiva de una reducción de impuestos en Estados Unidos, Wall Street ganó un 2% y el Cac 40 perdió un 2%.
Desde el anuncio de la disolución de la Asamblea Nacional el 9 de junio y la fuerte incertidumbre fiscal que siguió en Francia, la brecha es más grave. El Cac 40 cayó un 9% mientras que Wall Street saltó un 10%. El mercado de París está incluso peor que las bolsas alemana, inglesa o italiana.
Esta medida gubernamental crea una injusticia flagrante al penalizar a las empresas francesas más responsables. Dejará huellas. Es urgente salvar el Made in France.
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