¿Qué política?
Sin embargo, no nos equivoquemos. Musk no se ha aliado con Trump porque comparte sus ideas más que por puro interés. Al asumir el papel de asesor, podrá susurrar nueva legislación sobre movilidad directamente al oído del presidente. Un Presidente cuya tendencia conoce bien a orientar sus decisiones hacia sus “amigos”, a quienes podría, por tanto, guiar como quiera según sus propios intereses.
Pensamos en particular en la política de electrificación del mercado estadounidense, a la que Trump y sus seguidores se oponían ferozmente antes de que Musk apoyara su candidatura. Pero también a los derechos de aduana del 100% aplicados a los vehículos fabricados en China decididos por el actual gobierno, lo que enfurece a Pekín. Elon Musk podría convencerle de derogar (o aligerar) esta medida altamente proteccionista para evitar que Tesla tome represalias en el mercado chino, tan importante para el fabricante. Por otro lado, los vehículos importados de otros países (incluida Europa) podrían verse más afectados en el futuro. Por último, podemos imaginar que Musk y Trump podrán acordar especificaciones a medida a la hora de adjudicar un mercado de vehículos eléctricos, o revisar los criterios para conceder bonificaciones por compra como en las asigna el gobierno de Joe Biden.
Aún no hemos llegado a ese punto y, sin duda, tendremos que esperar para conocer el alcance de las responsabilidades y poderes reales de Musk en este gobierno de Trump. Pero una cosa es segura: el caprichoso CEO de Tesla es hoy más poderoso que nunca.