Los mercados bursátiles chinos saltaron en la apertura del lunes después de las nuevas medidas de Beijing para reactivar su vasto sector inmobiliario, mientras que la actividad manufacturera se contrajo nuevamente en septiembre por quinto mes consecutivo.
El sector de la vivienda y la construcción representa desde hace mucho tiempo más de una cuarta parte del PIB de la segunda economía más grande del mundo.
Pero desde 2020 sufre un endurecimiento por parte de Pekín de las condiciones de acceso al crédito para los promotores inmobiliarios, lo que ha llevado a pesos pesados como Evergrande o Country Garden al borde de la quiebra.
Los proyectos inacabados, la desaceleración económica y una caída de los precios que deprecia el valor de una propiedad han disuadido desde entonces a los chinos de invertir en piedra.
Para reactivar un sector en dificultades, las autoridades anunciaron el domingo una reducción de los tipos hipotecarios para la compra de residencias primarias y secundarias.
Las metrópolis de Shanghai, Cantón y Shenzhen (sur) por su parte han relajado sus criterios para la compra de una propiedad.
Las bolsas chinas abrieron el lunes con euforia tras estos anuncios que se producen cuando se acerca el 1 de octubre, 75º aniversario de la fundación de la República Popular China.
Shanghai ganó más del 5%, mientras que Hong Kong ganó más del 3% en las primeras operaciones.
Este optimismo contrasta con la última serie de indicadores económicos publicados el lunes, que reflejan una recuperación desigual en la segunda economía del mundo.
La actividad manufacturera en China volvió a contraerse en septiembre por quinto mes consecutivo.
– Crecimiento lento –
El índice de directores de compras (PMI), barómetro del mundo industrial, se situó en 49,8 puntos, anunció la Oficina Nacional de Estadísticas (BNE).
Una cifra superior a 50 indica una expansión de la actividad manufacturera, y una cifra inferior indica una contracción.
Los líderes chinos, incluido el presidente Xi Jinping, reconocieron el jueves nuevos “problemas” para la segunda economía más grande del mundo.
Beijing anunció recientemente una serie de medidas para apoyar la actividad. El viernes, el Banco Central redujo el coeficiente de reservas requeridas para los bancos, lo que debería permitir inyectar unos 127 mil millones de euros de liquidez en los mercados financieros.
El gigante asiático sufre una crisis sin precedentes en su vasto sector inmobiliario, una débil confianza entre hogares y empresas que penaliza el consumo, mientras que las tensiones geopolíticas con Washington y la Unión Europea amenazan su comercio exterior.
El jefe de la diplomacia china, Wang Yi, denunció el viernes la “represión” de la economía china, su comercio y su sector tecnológico por parte de Estados Unidos, durante una reunión con su homólogo estadounidense Antony Blinken. Llamó a Washington a iniciar un diálogo “respetuoso” entre los dos países, según un comunicado de prensa de su ministerio.
El año pasado, China registró una de las tasas de crecimiento más bajas en tres décadas (5,2%), según un dato oficial que deja en duda a algunos economistas dadas las dificultades que pesan sobre la actividad.
Esta tasa haría soñar a muchas naciones desarrolladas, pero para China sigue estando lejos de la deslumbrante expansión que la ha impulsado a la cima de la economía mundial en las últimas décadas.
Las autoridades todavía esperan un crecimiento de alrededor del 5% este año, pero los analistas consideran que este objetivo es optimista dados los numerosos obstáculos que enfrenta.
La publicación del dato de crecimiento del tercer trimestre se espera para mediados de octubre.
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