En Sudáfrica, la tragedia temida por muchas familias se hizo realidad en Stilfontein, una pequeña ciudad minera situada a unos 150 kilómetros de Johannesburgo, donde 36 cadáveres fueron rescatados de una mina de oro abandonada tras dos días de operaciones de rescate iniciadas el lunes. Las autoridades sudafricanas, inmersas desde hacía más de dos meses en un asedio destinado a desalojar a los mineros ilegales –llamados “zama-zamas”– habían cortado todos los suministros a la mina abandonada.
Según Levies Pilusa, representante de los habitantes de Khuma, un municipio vecino, “una carta enviada desde las galerías indica que hay más de 109 restos bajo tierra”. Este posible número de víctimas, mucho mayor que el anunciado hasta ahora, hace temer una catástrofe a gran escala.
Menores debilitados y privados de cuidados
El martes, los mineros supervivientes fueron extraídos en un estado alarmante, demacrados y desestabilizados por la luz tras pasar semanas en las profundidades de la mina. “La mayoría de los mineros ilegales estaban en tratamiento para el VIH y habían pedido medicamentos antirretrovirales, pero la policía se negó a enviárselos”, lamenta Pilusa. “Por eso ahora tenemos tantas muertes. »
Privados de alimentos y cuidados, los mineros ilegales descendieron al pozo número 11, de 2,6 kilómetros de profundidad, con la esperanza de encontrar oro y satisfacer sus necesidades. Para muchos, la economía informal de la minería ilegal se convirtió en una necesidad después del cierre de la última mina oficial en Stilfontein hace una década.
Una actividad ilegal dominada por extranjeros
De las 1.576 personas ya sacadas a la superficie desde el inicio de las operaciones, sólo 21 son de nacionalidad sudafricana, según el ministro de Recursos Minerales, Gwede Mantashe. “Esta es una actividad criminal, un ataque a nuestra economía por parte de ciudadanos extranjeros”, dijo en una conferencia de prensa. Se cree que la mayoría de los menores proceden de Mozambique, Zimbabwe y Lesotho, países vecinos de Sudáfrica.
El cierre de las minas legales ha dejado a miles de trabajadores sin trabajo, lo que ha llevado a muchos extranjeros a quedarse y aventurarse en las galerías abandonadas, a menudo arriesgando sus vidas. “Cuando la mina cerró, muchos ya habían formado familias aquí”, dice Pilusa.
Operaciones de rescate bajo presión
Se espera que las operaciones de rescate, sometidas a una gran tensión por el riesgo de deslizamientos de tierra y la estricta vigilancia policial, duren varios días más. Cada levantamiento de la jaula de acero despierta la esperanza de las familias, aún sin noticias de sus seres queridos. “No tenía información sobre mi hermano hasta que un hombre me dijo que lo había visto hace dos semanas”, dice Zinzi Tom, cuyo hermano Ayenda se encuentra entre los desaparecidos.
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Esta tragedia ha reavivado el debate sobre las condiciones de vida de los mineros ilegales en Sudáfrica. Recuerda especialmente episodios trágicos como la masacre de Marikana en 2012, donde 34 menores fueron asesinados a tiros por la policía.