La presidenta del partido, que históricamente se ha destacado por su defensa de los derechos de los francófonos, cree que el verdadero problema está en “en la propia ley”. Los textos legislativos exigen que las comunicaciones oficiales se realicen en el idioma de la región de que se trate. “En el caso de los trenes, por tanto, es la ley la que debería modificarse. Sin embargo, tal cambio requiere una revisión de leyes especiales, lo que requiere el apoyo de una mayoría dentro del grupo lingüístico de habla holandesa. Sin embargo, todos los partidos flamencos parecen alinearse con las posiciones del N-VA y Vlaams Belang. Basta decir que un cambio de ley no es para mañana. Políticamente, no veo cómo se podría hacer esto. La única solución podría pasar por la intervención del Ministro a través de una circular, pero eso está por verse”.
El CD&V estaba en un cártel con el N-VA
“Lo que dijo Sammy Mahdi es enorme”continúa. “El CD&V, que formaba parte de un cártel con el N-VA, está hoy influenciado por esta proximidad ideológica. Desafortunadamente, el N-VA es el partido más hostil hacia los no hablantes de holandés, y otros partidos flamencos también siguen esta línea. Por eso es crucial que los francófonos permanezcan unidos frente a estos abusos. Esto va demasiado lejos, hasta el punto de convertirse casi en una caricatura.
Según Sophie Rohonyi, “Vivimos en un país pequeño donde a veces domina el surrealismo, pero aún así debería haber cierta libertad para los ciudadanos. Esta regulación lingüística está totalmente desconectada de la realidad cotidiana de los residentes. Tomemos el ejemplo de los viajeros valones: cada día, unas 500.000 personas tienen que tomar el tren. En el camino, pasan por tres regímenes lingüísticos diferentes. Hasta Hal, los anuncios se hacen en francés; luego, sólo en holandés; y finalmente, potencialmente en holandés y francés cuando lleguen a la región bilingüe de Bruselas”.
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Situaciones absurdas
La Rhodienne cita una serie de situaciones que se vuelven absurdas por la aplicación e interpretación abusivas de las leyes lingüísticas. “Desgraciadamente, este tipo de exceso es común en Flandes, especialmente en los municipios con instalaciones”. En algunos ayuntamientos, por ejemplo, está presente un inspector para garantizar que no se pronuncia una palabra de francés, ni siquiera en intercambios completamente banales.
Hace dos años, un caso emblemático causó revuelo: en Tervuren, un panadero habló en francés con uno de sus clientes por cortesía. Resultado ? Se ha presentado una denuncia.
“Es imperativo no utilizar interpretaciones rígidas de las leyes lingüísticas para obstaculizar la movilidad de los francófonos. Ellos no son subciudadanos: tienen los mismos derechos que los demás, en particular el de circular, vivir y trabajar libremente en todo el país”.