El geógrafo Guillaume Faburel está interesado en las metrópolis y sus límites en el contexto de las futuras limitaciones de recursos.
Su último libro se titula “Indecencia urbana para un nuevo pacto con los vivos”, ¿es la ruralidad más un modelo de futuro?
En las metrópolis experimentamos una especie de desconexión de la vida, una disyunción: ya no sabemos de dónde viene lo que comemos, cómo se produce la energía que consumimos… Pero hay una especie de indescriptible al plantear la cuestión de las ciudades, de sus expansión, su densidad, su tamaño. Es un nudo gordiano porque la humanidad se construyó sobre la idea de que la felicidad estaba en las ciudades, lugares de emancipación, de ascensión social, son milenios de creencia. Plantear la cuestión de las ciudades significa barajar muchas cartas. Sin embargo, hoy asistimos a la séptima ola de retorno a la ruralidad, algo que avanza silenciosamente, pero que definitivamente existe.
Sugieres un reequilibrio demográfico…
Sí, más que una forma de metropolización del mundo. Tenemos ejemplos de territorios, “biorregiones” que viven alrededor de los centros urbanos y que todavía corresponden a hábitos, con redes de socialización todavía existentes, conocimientos potenciadores, una cultura de la mano… Son lugares con potencial de densificación. Si nos proyectamos al 2050, sabemos que todo se pondrá tenso y el desarrollismo y el croissantismo dejarán de ser los modelos operativos. Por supuesto, no estoy defendiendo la desaparición del flujo de subvenciones del Estado a las comunidades, pero se han visto impulsados por las subvenciones y, sin duda, seremos testigos de un cambio de paradigma en los próximos años.
¿Existen ya alternativas?
Por supuesto, en Vallée Longue (entre Gard y Lozère), la Universidad Rural de Cévennes trabaja desde 2019 para compartir conocimientos y técnicas sobre cómo preservar y restaurar el medio ambiente, en particular en torno al castañar de Cévennes. En Bretaña, la red Bruded (como Bretaña y las zonas rurales y urbanas para el desarrollo sostenible) reúne a pequeños municipios rurales e intercomunidades y permite a los funcionarios electos compartir conocimientos.
¿Será más pronunciada esta séptima oleada de retorno al campo?
El primer movimiento fue el de Maos en 1968, muy político, con el deseo de volver a vivir y trabajar en el país, la 4ª y 5ª oleada estuvieron marcadas por categorías socioprofesionales bastante acomodadas… Hoy, 50 años después, post-confinamiento, ¡es más pirotécnico! Con más feminización, más jóvenes y, en definitiva, una constelación de formas de hábitat, unos 1.300 ecolugares en Francia, por ejemplo. Recordamos que 100.000 personas abandonan cada año las metrópolis francesas. Este fenómeno se acelerará.