“Fue mi consumo personal de cannabis lo que me empujó a ir a Marruecos. Quería ver el día en que consumí resina. Ver y saber”, confía a La última horadestacando que no fomenta el uso de este fármaco. Los Anderlechtois habían visitado la región de Chefchaouen y Ketama, en la provincia de Tánger-Tetuán-Alhucemas, una región que, según él, produce “lo mejor de lo mejor”, el “caviar de hachís”: el “congelado”, también llamado “filtrado” o “estático”. François regresó edificado de este viaje a Marruecos, donde vio “cientos de hectáreas” de plantaciones de cannabis en las montañas del Rif, algunas de las cuales se encuentran a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar.
En esta región el cultivo de cannabis es gratuito, afirma, admitiendo no haber presenciado ninguna intervención policial durante sus tres estancias. “Vemos unidades de la gendarmería real circulando por las principales vías. Pero no se aventuran a las laderas del pueblo y no tienen vistas a los campos. Dejamos en paz a los jbala que cultivan y producen”. François se declaró impresionado por estas decenas de miles de hectáreas de plantaciones de cannabis que se extienden hasta donde alcanza la vista. “Al final de la temporada, hacia mediados de septiembre, se forman zonas de arbustos de las que emana el olor característico de la planta. Y la policía dejó que sucediera”.
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“Los agricultores que conocí son extremadamente acogedores y cálidos, pero rápidamente comprendí que hay preguntas que no deberían plantearse sobre los acuerdos que tienen con las autoridades. Las autoridades marroquíes no están ciegas. Por lo tanto, necesariamente necesitamos arreglos para que los gendarmes busquen en otros lugares además de las plantaciones, ¿no crees?”, explica el residente de Anderlecht, que pudo presenciar el procesamiento del cannabis, desde los campos hasta el envasado. “Tienen grandes infraestructuras, con cámaras frigoríficas cuasi industriales donde la temperatura baja hasta los 25 grados bajo cero, similares a las de nuestras carnicerías”, explica, señalando que la actividad emplea abundante mano de obra.
Para los agricultores del Rif, cultivar cannabis es algo natural. “Lo han estado cultivando durante siglos. No tienen la sensación de estar fabricando un producto ilegal”, explica François, que recuerda que el cultivo de cannabis está formalmente prohibido en Marruecos. El joven belga “guarda recuerdos excepcionales de la amabilidad de las familias que me acogieron con los brazos abiertos”. Según datos de la ONU, Marruecos produjo 23.000 toneladas de hierba y 800 toneladas de resina en 2021, convirtiéndose en uno de los principales países proveedores de cannabis del mundo. Unas 140.000 personas, o incluso 400.000 según algunas fuentes, se ganan la vida con esta actividad.