DOMINGO DE LA TRIBUNA – ¿Cuáles son las particularidades del Mediterráneo que favorecen eventos excepcionales como este?
YVES TRAMBLAY – En primer lugar, hay que recordar que episodios mediterráneos como este siguen siendo habituales durante este periodo. Este no es un episodio extraordinario en términos de intensidad de lluvia. Su mecanismo es muy sencillo: en otoño, el Mediterráneo todavía está muy cálido, porque está relativamente cerrado, lo que provoca una evaporación con masas de aire cargadas de humedad que desencadenan estos episodios de lluvias intensas.
Y, al igual que los océanos, su temperatura sigue aumentando, entre 0,3 y 0,4 grados por década desde la década de 1980, y este fenómeno no está a punto de detenerse. Los distintos escenarios prevén un aumento de 0,9 a 5,6 grados en función del nivel de emisiones de gases de efecto invernadero para 2100 con respecto a 1980. Por tanto, debemos esperar episodios de aumento más intensos.
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¿Se puede describir el Mediterráneo como una bomba de tiempo?
No usaría ese término porque estos episodios no son nuevos, simplemente serán mucho más comunes en muchas áreas. Valencia demuestra así que los efectos del cambio climático ya se pueden sentir, al igual que las sequías, que serán cada vez más frecuentes.
¿Podría ocurrir tal fenómeno en otras partes del Mediterráneo?
Ha habido varios episodios como este en el pasado. En Francia, podemos pensar en Nimes en 2002, en Aude en 1999. También está lo ocurrido en Derna, en Libia, el año pasado, que dejó al menos 5.000 muertos. Estos episodios son precursores de lo que sucederá cada vez con más frecuencia en la región.
Actualmente, las zonas con mayor riesgo en el futuro son las zonas ya afectadas, incluidas las zonas costeras de España, el norte de Italia y el sur de Francia. En las Cevenas, que forman parte de las zonas mediterráneas donde llueve más intensamente, ya hemos superado los 700 o incluso los 900 milímetros diarios. Es enorme. Francia está en primera línea ante el aumento de estos episodios.
¿Cómo podemos luchar contra la multiplicación de estos acontecimientos en el Mediterráneo?
Para limitar este daño, será necesario, a largo plazo, limitar las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar avanzar hacia lo peor. Y en términos de adaptación, primero deberíamos desarrollar sistemas de previsión para ser más precisos y alertar a la población. La segunda cuestión reside en la respuesta de las poblaciones. Debe garantizarse el cumplimiento de las instrucciones de seguridad. Hoy en día, muchas personas mueren durante las inundaciones porque conducen creyendo que están a salvo.
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¿Deberían considerarse otras medidas más importantes para limitar los daños relacionados con estas inundaciones?
Podemos esperar que este trágico episodio sirva de retroalimentación para analizar las razones por las que hubo tantas muertes y trabajar en las estrategias a adoptar para limitar el número de víctimas. Esto requiere planificación territorial, particularmente de las áreas urbanas, y conocimiento de las zonas de riesgo.
Cabe considerar su reorganización o incluso su abandono. Vemos que en Francia ya existe cierta conciencia de la gravedad de estos episodios. Pero en zonas ya construidas en terrenos peligrosos, esto sigue siendo muy complicado, porque no podemos trasladar a la población.