las inundaciones mortales que azotan a España se suman a la larga lista de acontecimientos devastadores que han enlutado a Europa y Francia desde hace más de treinta años, en el mismo momento en que la ONU publica un nuevo informe sobre la insuficiencia de las políticas climáticas, que está liderando la planeta hacia un calentamiento de +3,1ºC a finales de este siglo, y que se acaba de presentar el tercer plan nacional de adaptación al cambio climático. Para alguien que lleva dos décadas trabajando en desastres, lo único sorprendente es que todavía encontremos formas de sorprendernos.
En sí mismas, estas tormentas no son excepcionales. Ocurren cada año en otoño y caracterizan el clima mediterráneo. Son responsables de un aumento repentino del caudal de los ríos, que desbordan sus cauces y sumergen las llanuras costeras. Su violencia es tanto más difícil de imaginar cuanto que la mayor parte del tiempo los torrentes mediterráneos tienen un caudal bajo. Sin embargo, basta mirar la anchura de los valles aguas abajo para convencerse de los volúmenes de agua que pueden fluir en unas pocas horas, haciendo ilusoria cualquier posibilidad de resistir o incluso evacuar.
Este fenómeno de inundaciones torrenciales era bien conocido por los antiguos. A nivel local, incluso les pusimos nombres: los “iguats” del Rosellón, los “vidourlades” de Sommières (Gard). A lo largo de los siglos, las sociedades mediterráneas se han adaptado. La ocupación humana favorecía las alturas; se levantaron las casas; Los arcos y pilares de los puentes están calibrados para que no sean arrastrados o no se creen destructivos atascos de hielo.
Entorno artificial
Durante el 20mi Durante el siglo XXI, los avances científicos y tecnológicos han permitido una mejor predicción de los fenómenos meteorológicos, una mejor alerta y el fortalecimiento de los diques. Sin embargo, cada año ocurren desastres. El coste de los daños aumenta constantemente y el número de víctimas sigue siendo elevado.
Esta paradoja se puede explicar de dos maneras. Por un lado, el número de personas expuestas a estos riesgos ha aumentado significativamente. Muchos municipios han apostado por el turismo y la economía residencial, con la continua llegada de nuevos residentes, hogares jóvenes o jubilados, residentes permanentes o temporales (secundarias residencias). El crecimiento demográfico se produjo a través de la expansión urbana en los valles fluviales y las llanuras costeras. En particular, los terrenos agrícolas se han subdividido en casas individuales de una sola planta, que no ofrecen refugio en caso de un aumento repentino del nivel del agua.
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