El presidente de Malí, Assimi Goïta, ha exigido 300 mil millones de francos CFA en impuestos y dividendos no pagados a Barrick, el gigante mundial que explota el yacimiento de oro de Loulo-Gounkoto.
Así lo informó esta semana la agencia de noticias Reuters, pocos días después de que Barrick anunciara un acuerdo con el gobierno de Bamako para poner fin a las disputas por el oro.
Barrick no proporcionó ningún detalle sobre el contenido de las negociaciones con el gobierno, incluidas las demandas iniciales de las autoridades y el eventual compromiso alcanzado.
Según fuentes anónimas transmitidas por Reuters, el proyecto de ley de al menos 300 mil millones de FCFA presentado a Barrick incluye un ajuste fiscal por los impuestos no pagados en 2020, 2021 y 2022, así como por los dividendos no pagados. Tenga en cuenta que el complejo Loulo-Gounkoto, la mina de oro más grande de Malí, produce aproximadamente 700.000 onzas de oro al año.
Esta petición del gobierno de Mali a este gigante mundial ilustra una vez más el deseo de Assimi Goïta de obtener una mayor parte de los ingresos generados por la explotación del oro.
Según una auditoría encargada en 2022, el déficit del Estado en el sector del oro se situaría entre 300.000 y 600.000 millones de FCFA (más de 1.000 millones de dólares) y las autoridades habían indicado en 2023 que querían recuperar este dinero de las empresas.
En este sentido, se han firmado varios acuerdos en los últimos meses con las canadienses Allied Gold, B2Gold y Robex Resources, que han permitido a las autoridades recuperar 65 mil millones de FCFA (108 millones de dólares).
Estos acuerdos también deberían garantizar 245 mil millones de FCFA (410 millones de dólares) de ingresos adicionales para el presupuesto estatal cada año, afirmó el ministro de Economía y Finanzas, Alousséni Sanou, el pasado mes de septiembre.
Recordemos que el nuevo código minero adoptado en 2023 debería suponer un aumento de 500 mil millones de FCFA en ingresos anuales adicionales para el Estado maliense.
En particular, planea aumentar la participación del gobierno en las minas al 30%, en comparación con el máximo actual del 20%, al tiempo que introduce una participación del 5% para los inversores locales.
La cuestión de la aplicación de estas nuevas normas a las minas existentes aún no está completamente resuelta.